Soy Mike, me dice arrugando el gesto, ajustando la visera de su gorra. Chocamos puños entonces y al estrellar nudillos descubro que de sus manos manan tatuajes. “Es geometría sagrada, se llama Metatrón”, comenta mostrándome su derecha, alzando la manga de la chamarra para que la tinta se pierda por las rutas del cúbito y el radio. Es mediodía en la Alameda Central, el sol se porta desgraciado y buscamos una banca con sombra. La localizamos y al sentarnos descubrimos que a nuestras espaldas unos cuantos MC´s improvisan una batalla de freestyle.
“Está chido… la pura banda callejera… con mucho callo”, medita en voz alta quien a mi lado se acomoda, calando el tiro verbal de reojo. Y yo considero: tengo enfrente al artífice de Elephonteasis, sin embargo éste se muestra humilde al hablar de sus colegas; “No a toda la gente se le da lo del freestyle, como a mí. Yo ni siquiera lo practico. Tengo problemas de memoria a corto plazo, batallo mucho con eso”.
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La realidad es que Mike Díaz posee lengua ágil y mente puntiaguda. Elephonteasis es la prueba certera de lo dicho. Nada menos que 45 temas repartidos en dos platos, una obra monumental en la historia del rap azteca. Un trabajo que, según su autor, “nació del sentimiento de valer madre. De pedir fiado para comer”. Y es que, antes de nuestro encuentro en el Centro Histórico de la capital, Díaz no la tuvo fácil. Nació “en la mera capital de Aguas, en 1984”, y su primera conexión con el rap tuvo lugar cuando cursaba la primaria: se trabó al toparse con las fachas de MC Hammer y Vanilla Ice; “las versiones remasterizadas de Caló”, como él mismo explica. El resto fue rolar por la cuadra, ver Mondo Fonk en MTV y escuchar a Ghostface Killa y a House of Pain para al final llegar a Control Machete; “ahí todo hizo pum. Ya iba en la secundaria entonces, y saber que existía el rap en español me hizo ver que yo también podía escribir”.
Oculto bajo el tag de Skuz, Mike rayó paredes con rimas surcando su cabeza por un buen tiempo. Creció en calles agrestes, “ahí me curtí con los camaradas. Había un vato que hacia chequeo en los camiones de la ruta 20, un wey ya chiludo, hommie. Él nos roló un churro a nosotros, unos morrillos de catorce años. Y estuvo chido, recuerdo con cariño esa primera vez. Fui con otro amigo a las canchas y nos dimos un toque. Nos dio la risa y nos chingamos una torta. Así fue cómo empecé a conectar con la banda del rumbo. El comienzo de una larga historia de desmadre”. Por fortuna, con el jolgorio nació también un personaje: Phontenak, un MC que se presentaba donde las cerraduras y los micrófonos se abrieran. “Un vato hacía pomos clandestinos, vendía una especie de charanda a 30 pesos que llamó Phontenak. Yo estaba muy clavado en el alcohol entonces y me latió la idea, de ahí tomé el nombre”.
Para el rapero, pronto llegaría el primer viaje a la capital del país, un periplo que vivió como parte de Hidrofam, al lado de Gringo, Tanke y Gravedad. “Iba a haber un micro abierto y nos fuimos y regresamos de a ride desde Aguascalientes, tomando Tonayán y comiendo latas de atún. Nos tocó ver a DJ Aztek y había grafiti y todo, pero nada más nos dejaron rapear dos rolas”. Pasaría un buen tiempo para que el MC volviera a la ciudad; sin embargo, ese regreso, ya como Mike Díaz y con Elephonteasis bajo la axila, no fue halagüeño. “Me agüité. La neta es que la gente ni me conocía. Hasta que saqué el video de “El solicitante” muchos empezaron a buscar mi música, pero eso pasó cuando el disco ya llevaba como un año afuera. Esa vez me invitaron a Planeta Hip Hop y la banda me tiró hate. No les caía yo bien. Igual ni yo mismo me caía bien entonces, traía una vibra muy pesada. Todos me chiflaban y hasta se la hice de pedo a un morro por el micrófono. Creo que el escenario más duro de México es el del DF. Cuando lo logras ahí, ya chingaste”.
En ese sentido, Mike ya chingó. “Todo ha cambiado”, considera el hidrocálido; “el universo ha sido chido conmigo y yo mismo he movido cosas con tal de que me vaya mejor. Orita ya puedo pagarme yo mismo la grabación de mi disco y mis videos. No estoy esperando que alguien venga a darme nada”. El de los puños rayados primero lanzó “Soy galáctico” y recientemente “Corona”, apenas dos puntas del iceberg de múltiples picos que se aproxima: Renacer, un álbum producido con Gerardo Castmu e Israel Kibou, 16 tracks que cercan el vacío que desde Elephonteasis nació y que, su firmante promete, estarán sin falla en las pantallas de los celulares para el verano. “En el disco hablo de evolucionar, crear y cambiar. También de la distancia que hay entre quién fui y quién soy. Porque viví una época donde dije, ¿qué pedo?, ¿por qué sigo de terco, aferrado, si el rap no me va a dejar nada? Además ya estoy grande. ALV. Mejor me meto a trabajar, como todos los demás. Sí. Tiré la toalla. Pero de pronto las cosas cambiaron”.
Noisey: Para que la situación cambiara, ¿qué tan importante fue tu alianza con la gente de Homegrown Entertainment?
Mike Díaz: Los de Homegrown son camaradas que me han hecho el paro machín. Pero yo recalcaría lo que he ganado gracias a mi marca Gin and Juice, algo que nació cuando salió Elephonteasis e hice una camiseta como parte del merchandise del disco. Entonces fui con varias marcas para colaborar, para sacar ese producto juntos, pero todas me mandaron al verga. Y dije, ¿sabes qué?, yo lo hago, yo puedo. La playera era un vikingo tatuado, onda cholera, y pum, le gustó a la gente. Hice otro modelo y luego otro y luego otro. Así fue como empezó Gin and Juice y de ahí para el real me clavé mucho con la marca, tanto, que descuidé un poco el hip hop. Pero ya estoy de vuelta. Ese espacio me sirvió para crecer.
A la distancia, ¿qué piensas de Elephonteasis ?
Me tomó mucho tiempo hacer ese disco, fueron como dos años de trabajo. Mi meta era que la gente me escuchara, pero me era imposible imaginar que algún día lo lograría. Es una especie de filme, ese álbum. Y tiene buenos temas, buenas frases. Es un disco que escribí en una etapa muy dura de mi vida. No tenía trabajo, estaba valiendo madre. Pensaba: ya estoy grande, no tengo nada, la sociedad y mis familiares me apuntan. Además, tenía pedos de drogas y alcohol. Pero el sentimiento de que vas a valer madre, el hambre, te hace moverte. Sudé para hacer ese álbum. Akhaly me ayudó cuando no tenía ni para el camión para ir a grabar, me prestó su estudio, me mezcló y me masterizó prácticamente gratis. Elephonteasis es producto de un momento oscuro, pero de ahí viene la luz que ahora vivo.
Tras escuchar quién eras y darle una oída a “Ser galáctico” es posible ver que, a nivel lírico, no saltaste del suelo al cielo, sino de las coladeras al espacio exterior
Yo estaba metido en el cotorreo, plenamente. Y me cansé de todo eso. O sea, las drogas pesadas eran chidas, la adrenalina de salir a cotorrear me hacía bien y creía que estaba en lo correcto; pero llegó el punto en que, no sé, me di cuenta que tan programados estamos todos. Porque todos nos vemos envueltos en rutinas, conductas y apegos repetitivos. Yo descubrí que estaba perdiendo creatividad, familia, amigos, dinero e, incluso, la razón. Todo por seguir conectado a un software del pasado. Pero no me arrepiento de nada. Fue un gran aprendizaje todo lo que experienté con mis compas. Eso me llevó al punto en el que ahora me encuentro, en el que estoy cambiando para después modificar mi entorno. “Ser galáctico” habla de eso, de que todas las personas vivimos diversas etapas en la vida, de que hay que evolucionar.
Habrá quien crea que estás sermoneando
Yo no estoy para decirle qué hacer a nadie. Eso que quede claro. Simplemente estoy tratando de cambiar, de modificar ciertos hábitos. Sigo saliendo con mis compas, la cotorreo, me echo unos tragos, no hay pedo; pero yo traía una fiesta muy pesada, de diario. Una fiesta heavy, una fiesta culera. Traía fiesta de rockstar sin ser rockstar. Porque para ser un rockstar no necesitas tanto dinero, la neta puedes rockstarear sin gastar mucho. Las estrellas mundiales del rap pueden tener un chingo de dinero, pero, ¿sabes qué?, finalmente se meten la misma cantidad de coca que tú. Son humanos como tú y van a durar lo mismo que tú. Al decir esto no quiero parecer un pastor, no soy un guía que profesa algo. Sólo hablo de cosas reales, soy honesto, rapeo desde mi visión; si alguien pesca lo que digo, qué chido. Yo aviento códigos, echo llaves. Finalmente sólo soy un vato que quiere expandir su creatividad rapeando.
Y desde esa visión a la que apelas, ¿qué se necesita para hacer rap en México en éste, el siglo XXI?
A nivel histórico creo que hay tres generaciones de raperos en este país. La de Control Machete, que a la vez anda con la de la Vieja Guardia y La Banda Bastön; la de Eptos Uno, Hadrian y las batallas de los gallos, donde yo me incluyo; y los nuevos: FNTXY, Alemán y demás. A mí me parece importante saber leer los flows, muy poca banda sabe hacerlo. Es decir, cualquiera puede montarse sobre un beat, pero no a todos les queda, por ejemplo, el trap. Si abarcas mucho aprietas poco. Ese problema lo veo en varios raperos. Ahora cualquier morro hace rap. Las letras son más básicas. Pero yo vengo de una escuela donde la lírica importaba primordialmente; se competía en ese nivel. Pero no critico. Me gusta C. Tangana, por ejemplo. Es normal que las cosas cambien. No quiero generalizar, pero yo prefiero hacer la diferencia a mi modo, porque siento que en México muchos van al mismo lugar; y respeto su juego, de hecho, la mayoría de esos vatos son camaradas míos. Aunque yo le busco por otro lado. Fluyo desde otra parte.
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