Nos han contado mucho sobre usted: Profesor de arqueología, experto en ocultismo y, cómo decirlo, un buscador de antigüedades raras. Así se presenta El Arkeólogo al inicio de su primer álbum: Indiana Jones. Lo hace, claro, a través de un diálogo de Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida (1981), que podría estar dirigido perfectamente a él mismo. Es un buen resumen de su labor como hacedor beats. El productor de Medellín se bautizó como El Arkeólogo porque sentía que esta figura era lo más cercano, simbólicamente, a un beatmaker: buscar tesoros enterrados donde sea que estén le parecía una bonita metáfora de su oficio. Lo primero que se escucha en el disco son las palabras del propio Jones, que hace una aclaración importante: no lo confundan con saqueo. No, Indiana Jones muestra que lo que hace El Arkeólogo es otra cosa: el arte de descubrir y samplear.
Este es el primer disco de El Arkeólogo, pero su experiencia es amplia: no hay forma de hablar de rap colombiano sin mencionar su nombre. La década pasada lo vio brillar, principalmente, con Alcolirykoz, una de las agrupaciones más importantes del rap latino. También hizo discos con N. Hardem, Anyone/Cualkiera, MC Ari y ha colaborado de cerca con la cantante Lianna. Raperos españoles como Kase.O y ToteKing también han escupido sus rimas sobre los fósiles de El Arkeólogo. Su nombre ya es marca registrada, así como sus beats: hay algo en ellos, una huella sonora, que, aunque el estilo varíe siempre permite rastrear su origen hasta Aranjuez, su barrio en Medellín. En Indiana Jones están presentes varios de los colores de su paleta, una forma de contar su historia y de exhibir su experiencia y recorrido por distintos estilos de instrumentales de rap. Desde la alegría de “Islas del Rosario” hasta la nostalgia de “Toro”, desde el boom bap de “Fania Ill Stars” hasta una suerte de bossa nova con “Final Alternativo”.
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Salvo “Buenos Días Vietnam”, en la que Gambeta rapea, el resto de Indiana Jones es instrumental. Sin embargo, es un álbum rico en subtexto, en mensajes a través de beats, en información. Desde el nombre, El Arkeólogo ya está contando qué películas veía y disfrutaba cuando era niño. Con canciones como “Fonnegra” y “Toro”, homenajes a su padre y a su madre, cuenta a qué sonaba su casa: a salsa y son cubano cuando su papá escogía la música, y a música para planchar cuando era el turno de su mamá. En esa línea, “Juan Tierra”, un beat guitarrero que suena a aguardiente y trío de música antioqueña, es un homenaje a su abuelo, que, precisamente, tocaba guitarra en un trío y que le intentó enseñar a tocar a él también. Por ese recuerdo de su abuelo, que alguna vez le dijo que había sido el único de la familia que siguió con la música, intentó dibujarlo con un beat y devolverle el amor a la guitarra que le legó y que protagoniza la canción.
Si Indiana Jones deja una conclusión clara, aunque lo haga sin palabras, es la importancia de la identidad. Canciones como “Folclor de Barrio”, “Juan Tierra”, “Fonnegra”, “Toro”, “Lo Mismo Que Tú” y “Fania Ill Stars” son matrimonios entre el rap y la música colombiana y latina, como la salsa, los boleros y la música para planchar. Es un color que El Arkeólogo ha venido desarrollando a lo largo de su carrera, pero en el que se ha centrado en los últimos años, en canciones de Alcolirykoz como “Género Rural”, “La Típica”, “Fruko y sus Presos”, “Sancocho en Leña” y “Pambelé”. Así lo sugieren los finales de “Fonnegra” y “Toro”, que acaban con cortinillas radiales de las emisoras Latina Stereo y La Voz de Colombia: Indiana Jones reinterpreta el folclor para vincularlo al rap. Este es un disco que suena a Colombia, a Medellín y hasta a Aranjuez. También, y esto es fundamental, es un disco de rap, innegablemente.
VICE: Aunque tienes ya una experiencia amplia como beatmaker, este es tu primer álbum de instrumentales. ¿Qué te motivó a hacerlo?
El Arkeólogo: Yo siempre me tomo el tiempo pa’ las cosas. El afán que hay ahora de que alguien lleve dos días haciendo beats y ya quiera publicar un beat-tape o dos días rapeando y ya quiera hacer un álbum me parece un poquito contraproducente, porque eso va a estar ahí siempre. Lo que me motivó fue que —cuando ya vi que había colaborado mucho con los demás, y había impulsado muchas cosas con mis beats de rap de Colombia— me faltaba lo mío: mi carta de presentación. Ese un gran motivo que me hizo decir ya es hora de que conozcan a El Arkeólogo como un proyecto solo. Quiero que le den el valor a los beats solos, sin que nadie esté ahí rapeando: que los beats sean protagonistas.
Indiana Jones muestra con amplitud tu repertorio. Se siente el sello de El Arkeólogo, pero los beats son distintos entre sí. ¿Cómo fue el proceso de crear Indiana Jones y elegir los beats que lo iban a componer?
Sin menospreciar lo que iba a hacer, creí que iba a ser muy sencillo: escojo doce beats que me gusten y se fue. Lo complicado llegó cuando empecé a seleccionar, y eso es lo bonito de este trabajo: siempre es el proceso lo que hay que respetar. Seleccioné como cincuenta beats, de esos quedaron treinta, de esos quedaron veinte y de ahí tocaba sacar doce. El proceso empezó a pedirme cosas: tenía un beat y me decía si el que sigue después de este va a ser este otro, voy a poner un diálogo en la mitad de los dos, y así.
Como llevo tanto tiempo haciendo beats, no quería salir con un álbum que solo definiera mi estilo más actual. Con Indiana Jones quería mostrar todo el proceso y ser respetuoso con él. Para mí era importante también mostrar las bases y los inicios. Fijo se quedan por fuera estilos, pero este es solo un álbum de muchos que quiero hacer. El beat de “Ella Baila Sola” tiene como ocho años, hay otros que tienen cuatro, quizás hay alguno de un año. El beat de “Islas del Rosario” era uno de los que consideramos con Alcolirykoz para montar ahí la letra de “Tararea”; siempre me gustó mucho, nunca se lo quise pasar a nadie y me pareció chimba incluirlo en el disco.
Luego de elegir los beats, el disco lo hice hombro a hombro con Juan Pablo R Builes, que se encargó de la mezcla y el máster. En los últimos años me he dado cuenta de lo importante que es tener afinidad con el ingeniero de sonido de un disco: que entienda cómo debe sonar el rap y que el sucio, los desfases y las texturas no son errores sino cosas intencionales. Empezamos a trabajar con él desde que se encargó de “Fruko y sus Presos”: fue la primera vez que alguien me mandaba una mezcla y yo no tenía que corregirle mil cosas que le cambiaban el carácter al beat y lo mandaban a la mierda. Me gusta que está metido en la película de estudiar a los ingenieros del rap. Agradezco un proceso así: no hay nada más decepcionante que uno mandar a mezclar un beat y que llegue algo que sea todo lo contrario a lo que usted quiere. Por eso hay que cuidarlo tanto, está en manos de los ingenieros y se puede ir a la mierda si uno se descuida.
Para Indiana Jones también creamos la nueva imagen de El Arkeólogo. Z de Zapata, un parcero colombiano que vive en la USA, se montó en la película y lo hizo con amor. Él hizo la ilustración; Julián Gaviria, las fotos; y Mango Marín, que fue el que nos presentó a Z, la dirección de arte. Tres cabezas, y aparte yo metiendo mano en lo que pudiera. Quedó un disco que la gente lo puede escuchar y sentarse a ver la portada y buscarle detalles. Tiene esa mezcla de fotografía —que representa pa’ mí el mundo real que está al alcance de todos— y la ilustración —que hace ver eso como lo imaginario, salido de otro mundo—. Queríamos crear el mundo de El Arkeólogo: dónde vive, cómo se ve, qué le gusta. De aquí pa’ allá se puede contar mejor la historia de El Arkeólogo gracias a eso.
En el disco muestras un color de rap muy colombiano y latino tuyo. ¿Cómo ha sido el proceso de encontrar la manera de acercarte a este estilo latino y qué valor tiene para ti como productor?
Para mí es muy importante la identidad, en todo: en el rap, en la jerga, en los estilos y en los beats, que también son un lenguaje. De unos años pa’ acá empecé a encontrar la manera de, a punta de beats, decirle a la gente quién soy yo, quiénes somos nosotros y cómo suena el ambiente en el que crecimos. Siempre he sido muy admirador de manes como Beatnuts, Tony Touch o Big Pun que, siendo latinos en Estados Unidos y con una competencia tan dura, no se quedaron con las ganas de poner su cuota: los samples que utilizaban no eran los mismos que los de los demás. Esa fue una enseñanza grande que vine a valorar a fondo cuando ya lo pude hacer. Con beats así no es solo querer hacerlo, sino llegar a un punto en el que si se le ocurre una idea la puede llevar de la mejor manera. Ha sido un proceso.
“La Típica” con Alcolirykoz fue como un detonante de todo, o la graduación mía en ese estilo. Siempre había querido samplear esa canción de Rodolfo Aicardi, y hasta años después logré hacer algo que siguiera sonando a rap —que para mí es muy importante— y que no viene del jazz, ni del soul sino de música colombiana o latina, de nuestra cultura musical. Estoy tratando de hacerlo a mi manera, con el aprendizaje que tuve de los que estuvieron antes de mí. Lo estoy buscando todo el tiempo, porque me parece importante tener un sello personal haciendo beats.
Es muy importante hacer canciones que suenen a Medellín, Antioquia y hasta a Aranjuez, a mi barrio. “Pambelé” suena a Aranjuez. Creo que es de las pocas maneras que hay, habiendo tanto rap, de decir cómo lo hacemos nosotros, y de continuar con esa escuela para que otros pelados que vengan tengan curiosidad de crear lo suyo. No hay que inventarse el rap, ya está hecho, pero sí se le puede poner el toque propio. Es lo que creo que han valorado los de afuera que no viven acá en lo que uno hace, porque ellos ven cosas que a lo mejor no tienen allá, así como nosotros vemos en el rap de ellos cosas que no tenemos acá. Eso para mí es de las cosas valiosas y a destacar en el rap, pero también de las más difíciles de lograr.
Entonces, ¿cómo hago que incluso el más rapero sienta y sepa que eso es rap, con los elementos que sea que yo lo decida hacer? Ese ha sido el proceso en el que más he trabajado, y es gratificante poderlo lograr. Así demuestro lo que yo aprendí al nivel más alto que lo puedo lograr hacer —mezclando samples, dos o tres por canción, incluso—, para que los demás sepan hasta dónde lo tienen que llevar si quieren escoger ese mismo camino. Hace falta que nos enamoremos de lo de nosotros; de lo que nos gusta, obviamente, no quiere decir que porque algo es de aquí automáticamente sirve para el rap. No se justifica diciendo ah, es que es colombiano o es música de Medellín. Esa no es la finalidad, sino que se termine haciendo algo chimba, que de verdad dé orgullo y que haga un enlace entre gente nueva diciendo hey, qué chimba escuchar plancha gracias a ese beat, o qué chimba escuchar música del Pacífico.
Más allá de que sean ritmos nuestros, ¿qué cualidades le dan a un beat los samples de salsa, plancha y boleros?
No los sampleo porque sean ritmos más cercanos a nosotros, nunca. Lo primero que me llama la atención es que me guste, y lo segundo que celebro es que qué chimba que sean cosas que samplea menos un gringo o un alemán, aunque lo han hecho. Cada género está hecho con un ingrediente distinto, bajo unas reglas distintas. A mí lo que me parece chimba es cuando encuentro cosas en común: cuando un sample de Rodolfo Aicardi parece de funk, hecho con ingredientes más pachangueros y latinos. A veces encuentro un bolero y pienso ay, gonorrea, eso suena a un beat de rap que tiene no sé quién. La plancha también tiene mucho de la música psicodélica que se hizo hace muchos años, como Los Beatles en sus inicios, versión de acá. Tienen algo en común, pero no son iguales. Es imposible hacer con un sample de jazz algo que suene a plancha, y viceversa. Hay puntos intermedios, como el latin jazz.
Hubo una época que el rap se limitó a jazz, soul y blues. Cuando manes como J Dilla, Madlib empezaron a samplear música de Brasil, entonces todos pa’ Brasil a buscar nuevos sonidos pa’ darle al rap; lo mismo cuando en un tiempo todos querían samplear violines y cuerdas sinfónicas. Entre más músicas desentierren para samplear, más posibilidades hay. Si cojo música del Pacífico, le doy otra posibilidad al rap, y sigue siendo rap. Por eso hay tanto diggin’ en el mundo, gente sampleando música de Eslovaquia y Japón. Todo eso puede aportarle al rap nuevos ingredientes y nuevas maneras de hacerlo. Le aporta más colores, recursos y posibilidades pa’ seguir haciendo rap.
El beat de “Buenos Días Vietnam” es un paisaje drumless desolador pero muy bello también. ¿Cómo ha sido para ti explorar ese menos es más para lograr beats así sin batería?
Me soya mucho el drumless, y el remix de “Los Genios de la Botella” (2012) es un drumless cuando nadie hablaba de drumless. Siempre me ha soyado porque me he sentido parte de eso. No voy a hacer mil canciones sin batería, pero sí me parece una chimba de alternativa. Igual que en “Los Genios de la Botella”, en “Virgo” de Hardem la batería estalla al final, así como en “Buenos Días Vietnam”: esa es mi manera, aunque también tengo varias canciones sin ninguna batería en absoluto.
La magia del drumless es elegir un sample que yo pueda escucharlo por horas y no me canse. Así califico cuando algo tiene magia y no necesita batería pa’ distraerse: es un tapete, un paisaje, para que alguien se monte ahí y pueda rapear y que les pongan atención a ambas cosas sin distraerse. Es un loop, ponerlo en el tono y velocidad que quiera, y dejarlo volar. Le agregué vocecitas y esos saxos; los detalles que tiene no son del sample, se los monté yo. Me soya personalizar las cosas, que se note producción en todo lo que uno hace. Simplemente coger un sample y soltarlo al aire me parece un poquito perezoso.
“Buenos Días Vietnam” es la única canción que tiene letra, líneas desgarradoras rapeadas por Gambeta. Ahí indicas que consideraste no sacar la canción. El tema es evidentemente sensible, pero ¿qué puedes compartir de la historia de la canción? ¿Cómo fue escribirla? ¿Qué te convenció de sacarla?
En Twitter, 9th Wonder dijo como la música es mi manera de automedicarme, hago las canciones que quiero oír para sanarme. Esa es una definición perfecta de lo que yo hago con canciones como “Otra Canción Larga” o esta: las necesito para no estallarme. Es mi manera de no suicidarme ni dejarme derrotar de las cosas duras que pasan. También a veces decido sacarlas porque si me sirvieron a mí —y ese es el motivo principal, no dejarme ahogar en eso— quiero que le ayude a la gente: uno, mil, no importa cuántos. Esa la manera más chimba de que la música haga justicia.
Pensé en no sacarla porque, cuando son temas muy personales, cuestiono si tengo que sacarla o dejarla pa’ mí; termina un segundo convenciéndome, y lo hago. El día que decida que no, sirve la terapia de escribirlo, por lo menos. Cuando me pongo a analizar todo el panorama del rap en español, siempre pienso que uno de los fuertes de nosotros son las historias. A veces lo peor que nos ha pasado puede terminar siendo lo que más nos ha dado escuela: muchos así quisieran no pueden contar historias como estas, porque si no les han pasado cómo se van a poner a inventar. Tengo un montón de historias, varias no las he sacado y no sé si las llegue a sacar, cosas en la vida que parecen películas, pero son reales, y quiero que sean canciones.
Empecé a escribir esto a modo de spoken word, por eso es más hablada y tiene tantos espacios, para dejar respirar el beat; tiene la frase que martilla todo el tiempo, buenos días y buenas noches, Vietnam. Es mi forma de estructurar distinto las canciones. Quería que hubiera una resistencia de alguien al que le ha pasado algo y, sin embargo, se toma el tiempo de hacer la canción sin rabia o sin la tristeza de me voy a pegar un tiro; esa postura comunica el amor y el aprecio que tengo, pero también es una manera de resistir. La fuerza que uno saca pa´ hacer eso es una manera de decirle a la gente que no se deje tumbar: esa es la conclusión.
La cultura de beats es incipiente todavía en Colombia. ¿Qué crees que falta? ¿Cómo pueden los beatmakers lograr que la escena crezca y se aprecien más los beats?
Nada que hayamos hecho en el rap de Colombia ha sido fácil, nada. Hacer que la gente escuchara rap de acá y se enamorara tampoco fue una tarea fácil, y aplica lo mismo para los beats. Apenas estamos haciendo que esto crezca. Hay que apuntarle a hacer discos de beats que puedan vivir sin que nadie rapee en ellos, pero que cualquiera que los escuche se los quiera rapear; deben tener ese poder. Hay que hacer discos de instrumentales pensando a lo grande, con hambre: ambiciosos, desde la portada, lo audiovisual y los beats. El cariño que uno le de a esto, la gente se lo devuelve. Hay que darle el amor y el protagonismo a los beats.
Hubo un tiempo en el que solo escuchaba álbumes de beats, engomado. Es la manera más directa de estudiar y aprender de un beatmaker, porque la letra puede distraer ahí. Es una apuesta chimba. No es lo más taquillero, pero ese es el propósito: que la gente se parche a trabajar, a diseñar, a trotar, a salir en bicicleta escuchando beats. Esa es la labor a la que hay que apuntarle. Hay que hacer más eventos donde la gente vaya y se tome las polas y escuche beats: crear la cultura de escuchar beats. Eso no quiere decir que vayan a dejar de escuchar rap, pero hay que crear ese movimiento. Lo estamos haciendo, falta mucho, pero vamos bien encaminados.