Jorge lleva 25 años preso. Desde los 18, solo ha pasado 13 meses en libertad. Manuel entró por primera vez en la cárcel cuando tenía 13 años y Franco aún no había muerto. Entonces, la cárcel era un lugar donde apuñalaban a uno en la ducha. Edu ha estado un total de nueve veces en prisión. Recaída tras recaída, todo por culpa de la heroína. “Lo mejor que me ha podido dar la cárcel ha sido la vida, porque sino ya estaría muerto”, sostiene Edu.
Todos ellos han convivido en el Módulo DAE (Departamento de Atención Especializada) de la prisión de Catalunya Brians II, pensado para personas en situación de vulnerabilidad, especialmente toxicómanos. Cumplen largas condenas y son reincidentes a causa de la droga. “Esto no reinserta a nadie”, denuncia Sergio, que cumple una condena de 10 años. “Al revés, es una escuela de delincuencia, solo aprendes métodos de robo”, aclara.
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Los presos se reúnen dos días a la semana en un taller de fotografía participativa dirigido por Pau Coll, de la organización de fotoperiodismo RUIDO Photo. En el taller, los presos aprenden las nociones básicas del lenguaje fotográfico para después realizar sus propios retratos. Así pasan por un proceso creativo acompañado del resto del grupo que les sirve para reflexionar y analizar su propia realidad.
“Este curso es lo único bueno que he sacado de la cárcel, el resto no me ha valido para nada”, afirma Manuel. “Aquí he perdido todo lo que tenía, la familia, la vivienda y mis hijas, que ya se han hecho mayores”, reflexiona. “Ahora, cuando salga, con 56 años, ya no habrá nada para mí”.
Para cuatro de los participantes, el próximo sábado 15 de julio será de las pocas oportunidades que tendrán para salir a la calle. Van a inaugurar la exposición Adentro, presos que fotografían presos, en la Nau Bóstik y organizada por RUIDO Photo. La exposición recoge los mejores autoretratos que salieron del taller con adultos en Brians II y con jóvenes en la prisión de Jóvenes de Catalunya, del cual también salió el documental Adentro. Un año en la prisión de Jóvenes de Catalunya.
“Lo tienes que vivir para poder contarlo”, asegura Óscar, con 27 años y nueve de condena. Si no hay forma de ponerlo en palabras, la fotografía les sirve para dar a conocer su realidad a través de la mirada característica de aquellos que han estado privados de libertad.









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