El último diario de Tony Flowers
Octavio Escobar Giraldo
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Pijao Editores
¿Qué habría escrito Lovecraft si hubiera sido colombiano? Sí, la pregunta es tonta. No, no quiero decir que Octavio Escobar Giraldo sea una especie de Lovecraft colombiano. Lejos de eso. A ver trato de explicarme: Tony Flowers, escritor nacido en Nebraska en 1946, se enfrenta a la difícil tarea de escribir una nueva novela. En 1977 publicó Pánico en primera base y en 1980 Misiles contra Londres. Tuvo mucho éxito, especialmente con ese segundo libro. En su último diario habla de sus relaciones, de su interés en lograr que Hollywood adapte Misiles contra Londres y de su dificultad para escribir un muy anticipado nuevo libro.
¿Dónde entra el gringo Lovecraft en todo esto? Pues en que la novela que Flowers no está escribiendo —o que está escribiendo, pero a un ritmo que no parece complacer a nadie: ni a su editor, ni a sus conocidos, ni a las editoriales— se basa en sus relatos. ¿Por qué Colombia? Porque el protagonista de la novela en proceso, llamado Philip Howard, viaja a Gorgona para investigar el negocio de la droga. El nombre del personaje, por supuesto, es un guiño al autor que de alguna forma inspira el relato, y el nombre de la isla sirve para explotar los mitos de Cthulhu, pues ahí hace aparecer a Gathanotoa, dios-demonio que convierte a sus víctimas en piedra sin dejar que mueran. ¿Lovecraft habría escrito algo así de haber nacido en Colombia? Qué importa. La pregunta, de nuevo, es tonta. Lo que importa aquí es que en la novela se logra establecer un vínculo entre los dos, autor de terror y país de ídem, y el resultado no es tonto.
Ahora, características que se han señalado de la obra de Lovecraft: la ausencia de personajes femeninos, el quiebre o la perdición de sus personajes cuando descubren una verdad insoportable. En la novela de Octavio Escobar Giraldo, en cambio, hay muchas mujeres—y, con ellas, mucho sexo—; en la obra del colombiano también hay un personaje cuyas emociones lo van a terminar condenando. Entonces: la historia está lejos de ser una versión tropical de Lovecraft, a quien prometo no mencionar más porque, por suerte, el libro también habla de muchas otras cosas. Como se cuenta en forma de diario —de Tony Flowers, sí, y el último que escribió, para más señas—, El último diario de Tony Flowers habla también, por ejemplo, del trago y la coca consumidos por el protagonista, de la música de Bill Evans, de anécdotas sueltas, de Reagan, de angustias, e incluye algunos fragmentos de una crónica inconclusa de un reciente viaje a España. En otras palabras, la novela contiene la amalgama de líneas que se suelen o se pueden consignar en un diario. Y como un diario es completamente accesible —si acaso— solo para quien lo escribe, el libro está lleno de notas al pie que arrojan nuevas luces sobre las palabras consignadas cada día. Lo que lo hace muy accesible. Y, además de accesible, entretenido.
IVÁN HURTADO
Once: Pictures and Stories
Wim Wenders
Art Publishers, Inc.
Este no es un libro de cine. Es un libro que sucede en la mente de alguien que hace cine y ve la vida en fotogramas de 35 mm. Este tampoco es un libro de fotografía, es más una libreta de apuntes, un diario de viajes rayado con pensamientos escritos en prosa romántica. Es la recopilación de los primeros cuadros de muchas películas que no se van a hacer y de unas pocas que sí. Once es la selección de 44 historias, escogidas por Wim Wenders, de las innumerables que ha encontrado en sus viajes para buscar locaciones y tramas para sus películas.
Once es fotografía pura, envuelta en una prosa espontánea y sincera. Abrirlo, pasar sus páginas, es sentarse en la sala de la casa de Wenders y dejar que, entre café y cigarrillos, él abra el cajón de las postales y las vaya sacando una a una, casi sin interés, dejando que la emoción surja de forma espontánea. El libro evidencia la sencillez de su arte, nacido de observar el silencio cotidiano de donde emergen sus historias.
Cada personaje de las fotografías de Once —el niño que corretea patos en Bali, el hotel desolado en Portugal— es una película por producir. Así encontró el set para The Million Dollar Hotel, y también inspiración para París Texas, al ver a los vaqueros ancianos del Oeste (no es coincidencia que esta película plantee la imagen triste del vaquero anciano, contradictoria en sí como su nombre mismo).
Once
I drove across Texas
for weeks.
If I was to define Texas by a single image
I’d say:
An old man with a cowboy hat…
En Once, el verso está a la izquierda; a la derecha, aparece un cuadro de su Leica, o una Polaroid, o uno o dos cuadros de un viaje corto con Akira Kurosawa; un avión sin alas o un árbol que ha resistido el desarrollo urbanístico lo rodea.
Para Wenders cada imagen es el primer paso que da una historia; si la escena se conecta con las profundidades de quien obtura la cámara, dejará un trazo suyo, un lugar poético que superan las limitaciones de la imagen. Tan pertinente esto justo ahora, en medio del auge de la fotografía digital, delimitada por los pixeles y la perfección visual.
Once
On one of my excursions
I met a photographer.
I took a picture of both the man
and the subject
of his slow, painstaking work.
SANTIAGO IREGUI