Sangre, vidrios rotos y gritos: así es la lucha libre ultraviolenta

Artículo publicado por VICE México.

La lucha libre en México se considera mitad deporte, mitad espectáculo. Desde siempre ha sido un reflejo de lo que necesita la sociedad mexicana, héroes enmascarados que pelean contra la injusticia. Pero, ¿qué pasa cuando el resto del mundo genera nuevos estilos luchísticos? ¿Qué pasa cuando las necesidades de la sociedad mexicana exceden la fantasía del héroe enmascarado?

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A nivel internacional la lucha libre respeta sus orígenes mexicanos mezclados con tendencias de cada región. Así nace la lucha libre extrema, un estilo de lucha libre que involucra armas blancas para atacar al contrincante y darle al público un espectáculo sangriento. Comenzando en Japón y Estados Unidos, este formato ultraviolento fue agarrando popularidad hasta regresar a México en la forma de DTU: Desastre Total Ultraviolento.

DTU es la agencia de lucha extrema mexicana por excelencia, entonces, ¿por qué no es tan grande como AAA o el CMLL? Porque es demasiado violento para el público mexicano, o al menos así lo sintió la Comisión de Box y Lucha Libre de la Ciudad de México. Hasta la fecha, DTU no ha podido presentarse en la Arena México o en el Palacio de los deportes, por lo que han dependido de pequeños foros fuera de la Ciudad de México para crear su base de fans. En estas luchas no hay buenos ni malos, no hay blanco y negro, sólo rojo sangre. Puede que esto contribuya a la falta de éxito de la lucha extrema en México, pero el éxito se puede medir de varias formas.

La vida de un luchador no es como la de un atleta o un artista famoso, el dolor del cuadrilátero es una extensión de su día a día en el que, como cualquiera de nosotros, tienen que ver cómo pagar las cuentas. Sus fans rompen con esta realidad y es una de las razones por las que sacrifican su salud física por la gloria. En el caso de los luchadores extremos, las cicatrices son permanentes y el riesgo es todavía mayor. Pero no les pega en el ego saber que no van a llegar a las ligas mayores de México, su tirada es otra: varios de ellos viajan a Japón y Estados Unidos representando a México y derramando su sangre en tierras extranjeras. Esta gloria es el alimento del luchador.

No es fácil determinar si la resistencia a la lucha libre extrema en México venga por parte del purismo de la Comisión o si en realidad no hay un público lo suficientemente grande para que estos eventos se den en los foros principales del país. Lo que sí queda claro es que en un país donde semana con semana vemos cuerpos colgados de puentes, decapitados y descuartizados, es raro que un poco de sangre sea tabú. Tal vez es hora de repensar la representación de la violencia en el espectáculo, no nos podemos desensibilizar mucho más, y si estamos creando estrellas del deporte mientras pedimos sangre, qué mejor.