El martes pasado, bastaron unos simples segundos para cambiarlo todo. En un abrir y cerrar de ojos, un terremoto nos rompió un poquito a todos y nos abrió los corazones. Dicen que las tragedias sacan lo mejor o lo peor de la gente, y estos últimos días me quedó clarísimo. Las calles se llenaron de personas que sin usar capas, se han convertido en héroes, y las divisiones de géneros o clases sociales dejaron de existir.
Los ninis que cantan la música más comercial podrán tener el cuarto tirado, pero levantan a todo un país si es necesario. Los hipsters que sólo escuchan indie y no aguantan el gluten soportaron frío y lluvia para recolectar víveres. Los fresitas que ponen a Luis Mi en cada fiesta se doblaron las mangas de la camisa una vez más para cargar escombros. Los rockeros que considerabas que estorban con sus motos se han encargado de mover ayuda de lugar a lugar. Los ravers que escuchan música electrónica que suena igual han igualado sus voces en una sola para abrir centros de acopio y recolectar ayuda. Los reggaetoneros que no dejan dormir con su perreo a las cinco de la mañana han trabajado sin descansar para sacar sobrevivientes. Los godinez que para ti no tienen buen gusto en cuanto a música han evaluado inmuebles, cocinado y abierto las puertas de sus propias casas para atender a los demás.

Siempre me he sentido orgullosa de mi país, de su historia, de su gente, de su gastronomía, de su cultura, y basto toparnos con una desgracia de frente para darnos cuenta que somos un país heroico, unido e imparable. Dejé de cantar el himno nacional por obligación escolar y lo canté con orgullo y pasión. Le encontré el sentido a “Un soldado en cada hijo te dio” y entendí que lo importante es que sonemos más fuerte que los problemas.
Por otro lado, como amante de la escena musical, me es imposible no notar las muestras de amor y apoyo del mundo del espectáculo que tanto escucho y admiro. Algunas personalidades inmediatamente enviaron mensajes de solidaridad a los mexicanos difundidos por las redes sociales y grandes donaciones de sus multimillonarias cuentas, a los cuales les agradecemos infinitamente. Sin embargo, algunos DJs, festivales y artistas desaparecieron en los momentos difíciles, mientras preferían disfrutar tragos bien fríos en playas paradisiacas. Ah, pero eso sí, cuando se trata de ventas, listas de popularidad, tickets de conciertos, votos y difusión de música, invaden las redes porque saben que los fanáticos en este país mueven montañas. Y ¿dónde quedo ese amor a México que tanto han expresado? ¿Por qué no regresan el apoyo que siempre les hemos dado? Todavía tengo la esperanza de que se manifiesten y sean la inspiración para sus miles de seguidores.
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Después de leer tantas noticias, crónicas y hasta profecías que me provocaron ansiedad y delirios, hoy me siento tranquila y feliz de saber que toda la multitud que canta junto a mí en conciertos alzarán la voz ante cualquier adversidad, que los que me codean en el antro levantarán muros por mí (al igual que yo por ellos), que los mexicanos nos juntamos tanto en las pedas como en los pedos, que la música expresa todo lo que no puede decirse con palabras y que no debe quedarse en el silencio. Los chilangos se están rifando y a partir de ahora, pueden escuchar lo que les de su regalada gana. A las malas experiencias, buena música. México es un ave fénix que renace de las cenizas y estamos de pie, fuertes e inalcanzables. Podemos salir de estas y de las que vengan.
¡Viva México!
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