En unos años tendremos que explicarle a nuestros hijos qué eran los “match” y cuáles eran nuestros trucos para ligar con una pantalla de por medio cuando nos pregunten dónde conocimos a su padre/madre. Tendremos que omitir algunos detalles y adornar el relato con otros, pero nada que no hicieran casi todos los matrimonios con sus retoños desde el ocaso de los tiempos.
Sin embargo, antes de que Tinder, Grindr y Happn se convirtieran en la Santísima Trinidad del ligoteo, antes de que muchos prefirieran mandar emojis en lugar de miradas lascivas en discotecas y antes del programa de Juan y Medio en Canal Sur existieron las agencias matrimoniales.
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Lugares en los que para invocar a Cupido no hacía falta Wifi ni tele y que no estaban alojados en la World Wide Web sino en alguna calle de tu barrio. Pero, ¿qué fue de ellas cuando las aplicaciones para ligar irrumpieron en nuestras vidas?
A los clientes no se les enseñan fotos de sus potenciales parejas en ningún momento
Mi curiosidad me lleva a investigar cómo sobrevivieron y, sobre todo, qué tiene su procedimiento de distinto al de cualquier app. Y descubro que sus sedes no son lugares oscuros y húmedos adornados con fotos que parecen sacadas de los capítulos que hablan de amor en los libros de inglés de secundaria. Bueno, esto último un poco sí.
Mi primera sorpresa es que al googlear “agencia matrimonial Madrid” tengo donde elegir: agencias matrimoniales con décadas de andadura, “centros de relaciones personales para personas libres”, e incluso un innovador gabinete de matchmaking cuyos métodos se asemejan a los de una empresa de recursos humanos.
Hay tarifas de entre 4.000 y 12.000 euros que incluyen asesoría de imagen y personal shopper
Para empezar escojo una de las agencias más antiguas de España, Unicis, que nació en Francia en los 70 y que opera como franquicia en nuestro país desde los 90. Me planto en su sede de la madrileña calle Alcalá, un edificio con solera que me recuerda que estoy en el barrio de Salamanca.
Me recibe, muy sonriente, Patricia, una de las responsables de Unicis en la capital. Me invita a pasar a un espacio casi diáfano, con muebles y paredes blancas, y me cuenta cómo sería el procedimiento si hubiera acudido allí para buscar pareja tras comentarme que ofrecen dos servicios: Unicis, para personas heterosexuales y Gay Affinity para aquellos que buscan parejas de su mismo sexo.
De la entrevista personal a la cita
“Primero comenzamos con una entrevista personal con la que conocemos a nuestro cliente en profundidad. Le hacemos preguntas referidas a qué busca en una pareja, cómo han sido sus relaciones anteriores, cuáles son sus puntos flacos y sus puntos fuertes emocionalmente, qué tipo de relación desea… Es necesario que se desplace hasta una de nuestras sedes para poner en marcha el proceso con esta entrevista, no es posible hacerla por internet. Así nos aseguramos de haber conocido a la persona y tener cierta garantía. También tenemos un test de carácter, pero no es obligatorio. Nos proporciona información útil acerca de la persona, pero no es determinante a la hora de hacer el matching“.
“Un ordenador no sabe priorizar si una persona le da más importancia al físico, otra a la cultura, si quieren o no tener hijos…”
El mismo proceso que me cuentan en Unicis es seguido por otras agencias matrimoniales como Alter Ego, que también tiene sede en Madrid. La diferencia es que, tras el proceso de emparejamiento (matching), los primeros volverán a citar en su sede al cliente para hablarle de su potencial pareja y que así decida si quiere o no un encuentro, mientras que los segundos pondrán en contacto telefónicamente (con consentimiento previo) a los dos “candidatos” para que concierten una cita.
El proceso de matching es, en el caso de las agencias matrimoniales, manual: son los propios psicólogos y coaches los que se encargan de relacionar variables, gustos y peticiones de los clientes para terminar emparejándolos. “En el matching no interfiere ningún programa ni ordenador porque eso es, precisamente, lo que nos hace distintos a las aplicaciones: el factor humano, la personalización. Un ordenador no sabe priorizar si una persona le da más importancia al físico, otra a la cultura, si quieren o no tener hijos… “, me cuenta Patricia, de Unicis.
Un proceso a ciegas
Otra de las características que tienen en común muchas agencias matrimoniales que operan en nuestro país es su política respecto a las imágenes: a los clientes no se les enseñan fotos de sus potenciales parejas en ningún momento.
“Sí que se tiene en cuenta el físico, porque en la entrevista inicial nuestros clientes nos dan pistas sobre sus preferencias en cuanto a él, y si alguno de ellos nos cuenta que valora mucho el aspecto se tiene aún más en cuenta”, aclara Patricia. Pero, ¿qué sentido tiene este requisito? “Proteger la privacidad de nuestros clientes. Si mostramos un book fotográfico, nuestros usuarios nunca saben quién ve sus fotos y están expuestos.”
“No somos un mercado de carne en el que escoger entre infinitas posibilidades sino que vamos despacito y con buena letra”
Cuando, sin fotos de por medio, algo impensable para los usuarios de las aplicaciones para ligar, dos de los clientes de las agencias matrimoniales deciden verse, pueden pasar dos cosas: que se gusten y sigan quedando o que no encajen y el proceso continúe hasta que den con la persona que buscan o la duración del contrato que han firmado con la agencia se acabe.
“No somos como las aplicaciones también por eso: damos una opción, y si no encaja buscamos otra. No somos un mercado de carne en el que escoger entre infinitas posibilidades sino que vamos despacito y con buena letra”, afirman desde Unicis.
Entre 300 y 600 euros, en función del tiempo contratado. Las tarifas incluyen todos los posibles matching en ese lapso temporal, así como posible asesoramiento de cara a las citas
Los precios prefiere no revelarlos, pero Alter Ego no tiene reparo en darme los suyos: entre 300 y 600 euros, en función del tiempo contratado. Las tarifas incluyen todos los posibles matching en ese lapso temporal, así como posible asesoramiento de cara a las citas.
El primer match llega, según nos cuenta la coach de Unicis, aproximadamente a los 20 días de firmar con la agencia.
La opción premium: headhunting sentimental
Con un sistema (y unos precios) completamente distintos, Verónica Alcanda ha sido la pionera en exportar a nuestro país el concepto del matchmaking con su empresa Alcanda Matchmaking, a la que no quiere que se meta “en el saco de las agencias matrimoniales”.
“Mi método es completamente distinto. Soy headhunter sentimental y aplico técnicas de recursos humanos para la búsqueda de pareja de mis exclusivos clientes. Son gente de muy alto nivel: empresarios que salen en diarios económicos cada día, altos ejecutivos del IBEX 35… personas que buscan unos servicios y un perfil que las agencias matrimoniales no pueden ofrecerles”, afirma Verónica. Por eso no quiero que se me llame como a ellas.
El procedimiento de Alcanda es bien distinto al de esas agencias a las que su fundadora se refiere como “los Infojobs de la búsqueda de pareja”. Hay dos tipos de usuarios: los clientes, cuya cuota básica es de 4.000 euros por seis meses de servicio, y los afiliados, que pueden enviar su perfil de manera gratuita para ser potenciales candidatos de los clientes.
Para aspirar a una cita, los afiliados deben pasar antes por una entrevista telefónica, otra presencial y, por último, necesitan una referencia que la propia Verónica irá a buscar en su entorno.
“Mi método es completamente distinto. Soy headhunter sentimental para clientes exclusivos”
“Mis clientes y yo nos movemos en círculos muy elitistas y muy cerrados y, al final, nos conocemos todos, así que no me es difícil encontrar nexos”, me cuenta Verónica. Tanto afiliados como clientes se someten, además, a un exhaustivo cuestionario en el que se incluyen datos sobre su formación, los idiomas que hablan, el tipo de dieta que siguen o cuánto deporte hacen cada semana.
En Alcanda Matchmaking no buscan el match sólo entre sus clientes. Verónica se define como “una cazatalentos que nunca descansa”. Si un cliente le dice que es aficionado a la hípica, se va al hipódromo a buscar a su futura pareja.
“Una de mis señas de identidad es que rechazo a algunos clientes por dos motivos: o bien porque no les veo preparados para encontrar pareja o bien porque me piden unas características a las que no pueden aspirar”
Además, enseña fotos antes de los encuentros (“cosa que las agencias no hacen y me parece absurdo”) y organiza las citas ella misma, con reservas a su nombre en restaurantes de moda , a fin de proteger la privacidad de sus clientes que, según nos cuenta, “muchas veces son personajes públicos”. Todo ello por un precio de entre 4.000 y 12.000 euros y una tarifa, la premium, que incluye asesoría de imagen y personal shopper.
“Una de mis señas de identidad es que rechazo a algunos clientes por dos motivos: o bien porque no les veo preparados para encontrar pareja o bien porque me piden unas características a las que no pueden aspirar”.
Y es que, a pesar de los cientos de startups que inventan cada mes miles de ingeniosas apps con millones de intrincados algoritmos para emparejarnos según lo que odiemos el Despacito o en función de a qué parque saquemos a cagar al perro, la Celestina de Rojas no ha hecho más que reinventarse desde el siglo XV.