coaching y trabajo precario
Dinero

El coaching y los mensajes motivacionales de tu trabajo basura están jodiendo tu salud mental

"La inseguridad económica y una dinámica continua de precariedad laboral genera procesos agudos de estrés que se manifiestan como ansiedad o angustia".

Mi primer curro remunerado fue promocionando palomitas en un supermercado. Mi lugar de trabajo era el pasillo del super, mi herramienta principal: un microondas. Cada día, mientras Manuel, el carnicero, intenta seducirme a lo burro yo abro la caja de cartón, saco el paquete, le quito el plástico, 2 minutos en el micro, abro el paquete con cuidado de no quemarme, vuelco la fiesta y a patinar.

En los pasillos solo encuentro a alemanes jubilados que miran con cara de asco a la animadora en patines que les ofrece palomitas. Una tarde mi encargado Rafael me dice que me ponga un sujetador que me levante un poco más las tetitas que así estoy más guapa. Le mando a la mierda y me voy porque tengo la suerte de que mi madre me cubre, tengo 16 años y no me hacen falta los 6 euros la hora que me están pagando por comer palomitas y lucir palmito.

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Esta fue mi primera experiencia laboral basura pero, obviamente, no la única. Bautizarse en el trabajo de esta guisa te regala una una idea de ti misma como trabajadora que no te la quita ni dios: no vales una mierda y difícilmente te van a respetar. Pero hay que seguir intentándolo, claro, porque hay que trabajar para vivir y porque en el imaginario colectivo cuanto más currada estás más respetable serás.

Y es que las dinámicas laborales a las que estamos expuestos conforman nuestra autoimagen y condicionan la manera en la que nos relacionamos con el mundo. La inseguridad económica y una dinámica continua de precariedad laboral genera procesos agudos de estrés que se manifiestan como ansiedad o angustia y que cuando se cronifican, muchos de ellos, devienen en procesos depresivos. Así que te puede quedar claro que tus condiciones laborales afectan a tu salud mental y a la visión que tienes de ti mismo y de tu realidad.

"La inseguridad económica y una dinámica continua de precariedad laboral genera procesos agudos de estrés que se manifiestan como ansiedad o angustia"

De esto precisamente habla Hire Me, un nuevo proyecto que surge con la voluntad de darnos un paseito por el extrañamiento que genera la dinámica laboral de mierda cuando la acaricias por primera vez. En el muro de su cuenta de Instagram encontramos historias de todo tipo: desde tener que hacerte la guiri del chiringuito en el que trabajas (sin contrato) por una inspección de trabajo, hasta la miseria de firmar un contrato de 4 años de precariedad porque te han dado una de las becas de doctorado más prestigiosas de España.

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El proyecto ha sido ideado por la antropóloga Aurora Montesinos y maquetado y diseñado por el artista Bigotesucio. Juntos se ocupan de hacer realidad esta instantánea del panorama laboral de mierda que, gracias a relatos de trabajadores jóvenes, y utilizando diferentes formatos como las redes sociales, el fanzine o los prints, trata de desvelar los pilares que sostienen toda esta historia de trabajos basura para todos. “Hire Me toma como referencia los aspectos generacionales solamente de forma utilitaria. Usamos el concepto de generación porque, en el fondo, lo que nos interesa es el extrañamiento de las dinámicas culturales del trabajo, y esto es más fácil conseguirlo en el momento en que empiezas a trabajar por primera vez”.

Cuando observas el panorama a través de las historias narradas en el proyecto yo no sé si reír o llorar. Lo que está claro es que, como dice Aurora, estas intervenciones nos hablan de las lógicas profundas del trabajo mejor que cualquier encuesta del CIS. Además, sobre el tono tragicómico cuenta: “Creo que el humor es una herramienta combativa muy potente y, aunque entiendo que no todo el mundo puede ni quiere hablar de sus miserias en esos términos, siento que el punto tragicómico da una profundidad a los relatos que no se consigue de otra forma y, además, aporta esa chulería desde la que queremos decir a las grandes empresas, a políticos e incluso a nuestros padres: no nos creemos vuestro cuento”.

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Y continúa: “Hace un par de años comencé a trabajar en una tienda, mi primer trabajo serio, si por serio entendemos que tenía contrato, claro. Allí descubrí los horarios ‘flexibles’, las dinámicas grupales y las frases Mr. Wonderful. A mi jefe no le llamaban jefe sino ‘coach de equipo’ y a les trabajadores nos llamaban ‘colaboradores-actores’. Había un buen rollito perturbador y el pasillo de los vestuarios estaba lleno de paneles en los que ponía cosas como ‘soy un colaborador-actor feliz’ o 'La empresa de mi vida’”.

“No es que no te tratemos bien, es que no eres un actor-colaborador lo suficientemente proactivo y por eso no te integras en esta familia”

Claramente, a la psicología laboral se le ha pasado que el objetivo de todo era aumentar la calidad de vida de las personas y se ha posicionado del lado del demonio. De este equipito del infierno que han hecho la psicología y la empresa han salido muchos hijos perversos pero sin duda uno de los más peligrosos es la creación de un lenguaje, de un discurso empresarial que apela a las emociones y que neutraliza la lucha de clases desplazando los conflictos laborales a categorías personales de los trabajadores del tipo: “No es que no te tratemos bien, cari, es que no eres un actor-colaborador lo suficientemente proactivo y por eso no te integras en esta familia”.

Quizá una de las motivaciones más importantes a la hora de generar todo este lenguaje emocional tiene que ver con la falta de sentido, con la sensación de insatisfacción permanente que sienten una gran parte de los trabajadores. Ese lenguaje emocional imprime grandiosidad a trabajos que realmente no le importan a nadie.

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David Graeber autor del libro Trabajos de mierda cuenta en su texto como a pesar del avance de la tecnología no nos hemos liberado de las jornadas de 40 horas semanales porque somos una civilización basada en el trabajo, ya no en lo que producimos sino en el trabajo como un fin en sí mismo. Quizá por este motivo se han ido creando toda una serie de trabajos estúpidos y profesionalmente insatisfactorios como forma de mantener a la gente ocupada y perpetuar el sistema económico irracional en que vivimos.

“He descubierto que todos los trabajos de oficina consisten en abrir el correo y un documento de Excel. Cuantas más celdas tenga el Excel más eficiente en términos capitalistas parecerás. Hoy he empezado a mirar la ventana y he pensado que si en este edificio somos 500 personas con 500 Excel abiertos, de aproximadamente unas 500 celdas cuadradas, hay aproximadamente unas 250000 celdas cuadradas. Entonces he imaginado que las 250000 celdas cuadradas se iban comprimiendo alrededor de mi cuello, y he sentido lo mismo que siento cada mañana al entrar a este edificio de 500 personas”. Este testimonio de @Floreslapunk para Hire Me es una buena panorámica de la sensación de “no sé qué cojones hago aquí” con la que convive hoy medio mundo.

“Más allá de lo explícitamente jodido de la precariedad hay un pensamiento que tengo súper interiorizado y que tiene que ver con creer que el trabajo va a curtirme"

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La investigadora Eva Illouz publicaba, en 2019, un ensayo llamado Capitalismo, consumo y autenticidad, en el que se compilan diferentes artículos en torno al capitalismo emocional. En él se habla largo y tendido sobre cómo hoy en día se premia la toma de decisiones racional pero la realidad es que esa supuesta racionalidad está sumamente enhebrada con las emociones.

Las creencias emocionales sobre el trabajo son un ejemplo claro. Creencias que nos taladran la cabeza y el cuerpo, sobre cómo el trabajo nos convierte en seres valiosos o cómo la cantidad de proyectos que llevamos hacia delante es la perfecta unidad de medida de nuestro atractivo social.

“Más allá de lo explícitamente jodido de la precariedad hay un pensamiento que tengo súper interiorizado y que tiene que ver con creer que el trabajo va a curtirme. Al final la precariedad, como cualquier otra cosa que transcurra por estructuras capitalistas, tiene mucho que ver con las lógicas del trabajo que tenemos interiorizadas. Las nuevas empresas saben jugar muy bien con estos sentimientos. Intentan generar un buen ambiente entre compis haciendo rutas por la montaña y jugando al paintball, y hasta puede parecer que tu jefe te cuida y piensa por ti. Un jefe, como decían en esa tienda, de ‘perfil humano’”, nos cuenta Aurora.

Los datos indican que la precariedad no se cura con la edad, la OCDE asegura que España es el segundo país miembro donde la tasa de inseguridad laboral es más alta, después de Grecia. El Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) indican que más de la mitad de los trabajadores dados de alta en la seguridad social tienen trabajos temporales, a tiempo parcial o ambas cosas combinadas.

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"Al final la precariedad, como cualquier otra cosa que transcurra por estructuras capitalistas, tiene mucho que ver con las lógicas del trabajo que tenemos interiorizadas"

Además, el crecimiento de la mal llamada economía colaborativa aumenta exponencialmente nuestras capacidad para tragar mierda. Somos una de las primeras generaciones que no consigue superar la calidad de vida de sus padres desde la II Guerra Mundial. Así que todavía nos queda mucha mierda que tragar.

Es hora de aceptar que esa cantinela implantada en el imaginario de los jóvenes, la que asegura que todos hemos de pasar por un tiempo de calamidades antes de alcanzar la abundancia ya ha caducado: “La realidad es más dura que eso. Desgraciadamente, la precariedad laboral no entiende de generaciones, no es una fase de juventud. Además de esa cuestión generacional, la precariedad laboral tiene que ver con la clase, el género, la racialización, la sexualidad, la diversidad funcional… Esas son las categorías que me interesan y que pueden aportar algo de luz en todo ese lío”, sentencia Aurora.

Más allá de la desilusión y la desgana que provoca este panorama no nos queda más remedio que encontrar la manera de luchar contra esta precariedad que a ratos nos quita las ganas de vivir: “ Hire Me es una forma de asumir e interiorizar que nuestro trabajo no nos define como personas; que el trabajo, a pesar de todo lo que nos quieran contar, no dignifica y que, sobre todo, los jefes no son nuestros amigos”.

Y recuerda que, mientras esperamos a que las mentes más sensatas de las altas esferas lleguen a la conclusión, de que sólo la renta básica universal nos librará de aceptar condiciones laborales deplorables por necesidad, el salario seguirá siendo una jodida medida de respeto y tu jefe el enemigo.

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