Es sorprendente la de cosas que pueden decir de uno mismo tus heces. Tu mierda habla sobre ti. Lo que comes, lo que haces, si estás estresado, deprimido, si comes rápido o poco, si tienes la regla, eres vegetariano o intolerante a cualquier cosa… Incluso a través de las heces puedes saber si eres feliz o no.
Tanta información recopilada en algo que desechamos, que ni nos paramos a mirar un segundo para comprobar que todo esté bien. Porqué según nos cuenta Carolina García, una de las especialistas en analíticas de Teletest, las heces deben ser compactas, como un churro, que se vean un poco las estrías y deben hacerse una o dos veces por día. Si no es así hay que poner remedio al tema. Por lo que refiere al color tienen que ser de color marrón. “Si tienen otro color puede ser una señal de alarma. Cuando son negras, grises o blancas es cuando puede ser más crítico”, nos asegura.
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Otra de las señales de que algo no va bien en tu organismo es cuando comes algo y te sienta mal. Aquello era precisamente lo que me pasaba, sobretodo con los lácteos. Cada vez que tomaba ciertos alimentos me notaba hinchada, con dolor de estómago o incluso con una necesidad imperiosa de frecuentar el baño. Síntomas que según Carolina debían ser analizados por una persona experta.
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Estaba dispuesta a saber todo de mí a través de mis excrementos. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué cada vez que comía la poca carne que consumía (soy flexiteriana) era como si me dieran un martillazo en el estómago? ¿Mi parte vegetariana se revelaba en mi interior y quería que dejara de una vez por todas la carne? Para descubrirlo contacté con un laboratorio de análisis acreditado.
Recibí en la redacción un pack completo ideal para un picnic de dominguero. El paquete constaba de un estuche térmico, dos botes de análisis con un tapón marrón, una cinta para el WC, unos guantes, unos cubitos deshidratados (que había que meter en agua y al congelador) y unas instrucciones.
Lo primero que tenía que hacer era tener caca y sabía que tomándome un vaso de leche conseguiría mi propósito. Habiéndome estudiado las instrucciones previamente, preparé el trono de forma que la muestra no cayera en el inodoro usando la cinta, me lavé las manos, me puse los guantes y corté muestras de los dos extremos y del centro ayudada por la pala que había en el interior del frasco, cerré el bote y lo puse dentro de la bolsa térmica junto con los cubitos ya hidratados. Llamé inmediatamente al teléfono de contacto del laboratorio para que vinieran a recoger mis excrementos.
Al cabo de un tiempo me llegaron los resultados por correo electrónico. Un PDF de 45 páginas que hablaba sobre mí, sobre lo que comía, lo que bebía, si hacía deporte o no… La microbiota que habitaba en mis intestinos sabía más que yo misma sobre mi comportamiento. Empecé a ver varias palabras que no me decían nada al lado de una flechita verde u otra roja con ALTO o BAJO escrito en mayúsculas. SCFA, ALTO. Prevotella spp, BAJO. Calprotectina, ALTO. No saber el significado de toda aquella información me angustiaba y mucho.
Contacté con Carolina para conocer la interpretación de todo aquello y lo que me dijo me resultó tan cierto que si me hubieran dicho que era adivina, pitonisa, bruja o tarotista me lo hubiese creído. Pero no, era científica y nutricionista, y era además conocedora de los secretos escondidos detrás de cada una de aquellas palabras que ante mi oído sonaban raras.
En primer lugar mis heces me indicaban que mi obsesión con comer casi siempre solo verdura había llegado tan al extremo que a parte de tener algo llamado prevotella muy elevado, había perdido las bacterias buenas que se encargaban de digerir las proteínas y me había quedado con las patógenas, es decir, con las malas. Cada vez que tomaba proteína animal aquello acababa convirtiéndose en toxina. Tenía que replantearme tomar algún alimento complementario para sustituir esa falta de proteína animal.
La clave estaba en comer equilibrado. Comer poca carne y poco pescado pero al menos una vez al día tomar algo de proteínas. En el caso de que lleves una dieta totalmente vegetariana hay que consultar con un especialista para llevar una dieta pautada, porque sino puede que te pase lo mismo que me ha pasado a mí y empieces a tener intolerancia a ciertos alimentos sin saber por qué, a sentirte hinchada o con malestar.
Carolina me recomendó mezclar las verduras con legumbres, es decir, combinar las proteínas que llevan las unas con las otras, porque las verduras solas no tienen todos los aminoácidos. Lentejas con zanahorias, judías con garbanzos… la mayor variedad que puedas aportar. “A los vegetarianos se les recomienda mucho comer tofu, pero lo que mucha gente no sabe es que en altas cantidades puede llegar a ser tóxico”, nos dice Carol. “La soja es buena, pero no hay que abusar”, explica.
Me recomendó una suplementación en B12 que podía ser de forma natural. Podía ser a través de verduras como espinacas. “La naturaleza es muy inteligente. Hay animales que solo viven de verduras y no tienen ningún déficit de B12, por lo que es posible ser vegetariano y que no te falte de nada siempre y cuando una persona experta te supervise tu dieta”, me explica ante mis dudas de dejar mi medio vegetarianismo por temas de salud.
Otro de mis problemas era la permeabilidad de mis intestinos. Carolina me explicó que ahora mismo eran como un colador con una boca muy ancha por lo que había alimentos que pasaban directamente sin ser necesariamente nutrientes y por ello se me inflamaban. “El jugo de aloe vera o la melena de león ahora te iría de maravilla para recuperar el buen funcionamiento de tus intestinos”, me aseguró Carolina.
El momento que más me alucinó fue cuando Carolina me dijo: “Cocinas con utensilios que no son de madera, ¿verdad?”. Me dejó de piedra. Se ve que aunque las sartenes estén protegidas con varias capas de mil cosas si cuando cocinas utilizas un tenedor o bien un cucharón de aluminio acabas rascando el culo y, aunque no quede una marca visible, sí quedan restos de ello en tus intestinos en forma de toxinas.
Ya por último detectó que mi mierda está estresada. En la muestra se hallaban síntomas de mi estrés diario, de hacerlo todo rápido, comer con poco tiempo, cualquier cosa que encontraba, comida preparada aunque fuera sana… Todo ello pasaba factura a mis heces que mostraban síntomas de estrés severo por lo que Carolina me recomendó comer acompañada de alguien que come lento y tomar más consciencia de mi alimentación.
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Aunque si bien es verdad que los análisis de microbiota es un tema muy controvertido porque algunos médicos no creen en su validez científica, lo que estaba claro es que todos aquellos consejos no eran para nada descabellados. Aquel experimento me enseñó a tomar más consciencia de aquello que como, no pensar que porque estaba comiendo verdura estaba comiendo más sano y por eso intenté empezar cuidar mi alimentación para tener una vida más saludable y estar mejor.
Tus heces son el mejor curriculum de tu vida, la muestra de cómo vives, cómo comes y qué haces. Hablan de ti, te dicen lo que te falta y lo que te sobra. Tomar consciencia de ellas puede ser un primer paso para encontrar tu bienestar.
Sigue a la autora en @AlbaCarreres.
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