Además de ser la coordinadora editorial de VICE México, ahora tengo una nueva obligación laboral: debo escribir quincenalmente para este sitio. No soy especialista en nada, sólo me gustan los pollos, los gatos, los tiburones y los burros. Sin embargo, mi mayor problema es saber cómo diablos llamar a mi nueva columna; me debato entre dos títulos: «Dealers que no me maten» y «No oyes ladrar los pollos», pero el primero tiene el siguiente problema:
Como de seguro no tendrán la menor idea, hace unos cinco años escribí una columna semanal para el suplemento “Fin de semana”, en la versión digital de Milenio, llamada “Dealers que no me maten”. Sí, ya sé lo que van a decir: “Milenio, ew”.
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Como todos los medios en este país, Milenio tiene una alfombrita bien bombacha con toda la porquería que mete debajo, pero aunque no lo crean, ese diario tiene a alguien maravilloso: Irene Selser, la editora de la sección internacional, y su equipo, entre los que hasta hace unas semanas se contaba Juan Gelman.
Irene Selser, quien además de ser una internacionalista brillante que es capaz de narrarte masacre por masacre la historia universal para que la entiendas a la perfección, es hija del periodista Gregorio Selser, y también es poeta.
Fue ella quien me animó a escribir una columna, cuando trabajaba como redactora en la sección de Fronteras. Irene tuvo el acierto de no obligarme a escribir sobre ningún tema en específico, porque sabe lo ignorante que soy. En cambio hizo algo que muy pocos escritores hacen por los que van empezando: me alentó a escribir, de lo que sea, pero escribir. Y así fue que nació “Dealers que no me maten”.
“Es un tuit de Aurelio Asiain”
Pues fíjense que no. Antes de que Asiain publicara su tuit yo ya tenía la columna. Milenio borró el suplemento Fin de Semana On Line de su servidor, y las únicas pruebas de que yo escribí esa babosada antes que Asiain es el siguiente pantallazo.
Y este libro que me publicó la UNAM en 2009 (lean el último verso de la página 62 y el colofón).
Asiain ha destacado como vigilante de la propiedad intelectual en las redes sociales, sobre todo en el escándalo de Sealtiel Altriste y en el Bryce gate. Por esto me parece pertinente aclarar que Datsun se publicó cuando Sealtiel era coordinador de Difusión Cultural de la universidad. Sin mencionar que el título de mi libro es ¡una marca! Y a pesar de toda esa cadena de vergüenzas, Asiain plagió el título de mi columna.
Pero prefiero pensar que simplemente se le ocurrió el mismo chiste un año después que a mí, y que yo tuve la fortuna de publicarlo antes. Eso es todo. Lo más probable es que a alguien ya se le habría ocurrido antes de que Twitter existiera.
Parece que la integridad de Asiain le impide seguir a ciertas personas.
Office Depot me quiere obligar a ejercer mis derechos
Hoy por la mañana llegué con oronda a mi Office Depot de la esquina a escanear mi librezno. Y tómala, cachetón, que no me lo querían escanear porque estaban protegiendo los derechos de autor del libro. Pero esos derechos, en principio, son míos. Después de enseñarle mi IFE al gerente (¡imagínense que firmara con seudónimo!), me aclaró que prácticamente lo había sobornado con mi fabulosa sonrisa, y me guiñó un ojo diciendo: “Sólo lo haremos esta vez, pero no se puede hacer”, y yo leí en voz alta un letrerito verde que tienen al lado y que dice (reproduzco mayúsculas y puntuación): “La ley Federal de los Derechos de Autor establece que la reproducción por cualquier medio, de una obra artística o intelectual es un derecho exclusivo de los titulares de derechos de autor, por lo que en principio éstos no pueden reproducidos total ni parcialmente sin su autorización, so pena de incurrir en una violación de los derechos de autor”. Lo que quería decirle al gerente era que yo tenía total derecho de reproducir o comerme —en caso de que me apeteciera— el libro que estaba sobre el mostrador, y que él no me estaba haciendo el paro.
No pueden obligarme a ejercer un “derecho”. Por ejemplo, tú tienes derecho a no coger, pero lo más seguro es que no estés muy interesado en ejercer ese derecho y nadie puede obligarte a no bajarte los chones.
Éste es una probadita de las cuitas de los derechos de autor. Es tan idiota decir “yo escribí eso antes” que decir “yo nunca escribí eso” o bien “yo sería incapaz de escribir semejante pendejada”. Además es imposible robarse una idea. Ni con Rivotril la armas.
Pero en este caso es un gran pretexto para trepar mi librito a internet. Cópienlo, péguenlo, desbarátenlo, compártanlo y —en el mejor de los casos— léanlo.
En cuanto al nombre de la columna me da igual. Hasta me parece divertido seguir explorando el potencial periquetero del Llano en llamas: por ejemplo, podría ponerle Yumbina en lugar de Luvina, o No oyes ladrar a los pollos. Déjenme saber sus preferencias.
Sigue a Asiain en Twitter: @aasiain
Sigue a Sisi en Twitter: @misslexia
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