Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
En el momento en que muchas de las conversaciones parecen terminar separando a la humanidad en puntos aislados con su arrogante miseria, es alentador saber que todavía queda algo que todos compartimos: la incapacidad física de hacernos cosquillas a nosotros mismos. ¿Pero por qué pasa eso exactamente? ¿Por qué alguien más puede hacernos cosquillas y nosotros no podemos? ¿Qué sucede en nuestros cuerpos que nos hace reaccionar al cosquilleo, y qué mecanismo se lleva a cabo en nuestros cerebros que nos ayuda a determinar si nuestra reacción debe ser una risa escandalosa o repugnancia total? Decidí investigarlo.
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Para empezar, el cosquilleo comienza en el órgano más sagaz de nuestros cuerpos: el cerebro. Sophie Scott, profesora de Neurociencias Cognitivas en University College London (UCL), explica: “La razón principal por la que no puedes hacerte cosquillas a ti mismo es porque tu cerebro es muy bueno para identificar cuando las sensaciones son causadas por ti mismo. Si te tocas el dorso de la mano, la actividad en tu cerebro es menor que si alguien más te toca. Las cosquillas solo funcionan si hay alguien más las provoca”.
El segundo elemento clave involucrado en este acto es la confianza. ¡Sí, la confianza! “Si el cosquilleo fuera agresivo, no te gustaría”, afirma la profesora Scott. “La idea de que la intensión de las cosquillas es inocua y lúdica es lo que te permite poder confiar. Nos sentimos cómodos sabiendo que no se volverá algo sexual o violento”.
Hay dos tipos de cosquillas, unas conocidas como Gargalesis y las otras como Knismesis. En 1897, los psicólogos Arthur Allin y G. Stanley Hall identificaron a la gargalesis como el tipo de cosquilleo que solo se puede provocar por el contacto con otra persona, y que comúnmente provoca risa. En tanto que la knismesis es una respuesta intensificada a un toque delicado y no una respuesta que provoca sentimientos de diversión, lo que significa que estas cosquillas sí podemos hacérnoslas a nosotros mismos. Pero, ¿qué es lo que nos hace incapaces de reírnos cuando intentamos hacernos cosquillas a nosotros mismos?
Aunque nuestros pies, barriga y axilas son los lugares más receptivos al cosquilleo, ¿es posible experimentar cosquilleo en otro lugar? “Realmente depende del ser vivo del que se trate”, dice el profesor Scott. “Si, por ejemplo, hablamos de las ratas, parece que son muy susceptibles a las cosquillas en la parte de la nuca. Con los humanos, las partes susceptibles son cualquier lugar que no sea la cara o los lugares particularmente llenos de terminaciones nerviosas, como los globos oculares, los órganos sexuales o la parte posterior de la garganta, que son menos receptivos al contacto suave. El efecto de la risa surge principalmente de la parte superior del torso”.
Más allá del roce malicioso y la risa, fisiológicamente puede haber consecuencias molestas derivadas de las cosquillas, por ejemplo, la falta de aliento con la que terminamos después de reír en exceso o el drama aún más inconveniente de terminar orinándonos encima. Esto último es en una condición médica real, mejor conocida como “incontinencia por cosquillas”.
“Una de las cosas que sucede cuando nos reímos es que comenzamos a suprimir y apagar el control del sistema motor”, dice el profesor Scott. “Aflojamos el cuerpo cuando nos reímos, y la razón por la que no terminamos mojados siempre es el control del sistema motor. Tenemos músculos en la vejiga que se aseguran de que solo orinemos en el momento y lugar adecuados para tal propósito. El fenómeno de la incontinencia por cosquillas es bastante común en la infancia, y parece reflejar la pérdida del control motor, particularmente en la vejiga cuando se combina con la risa”.
¿Qué pasa con todos los locos que afirman descaradamente que “no son cosquilludos”? Bueno, puede haber algo de verdad en la opinión de que el cerebro humano es lo suficientemente poderoso como para resistir cualquier forma de cosquilleo. “Hay muchos factores sociales que entran en juego para que el cosquilleo sea aceptable”, dice la profesora Scott. “Si entrara en la oficina de alguno de mis colegas y comenzara a hacerle cosquillas, probablemente pensaría que he perdido la razón”.
“Nuestra respuesta al cosquilleo está fuertemente modulada por el contexto, por ello a muchas personas puede resultarles poco aceptable con base en ese fundamento”.
Para otros, el cosquilleo puede significar algo más que la risa y puede despertar sentimientos que se inclinan hacia una naturaleza sexual. Tomemos a Barry tiene 34 años, es de Wimbledon, y cuenta con valentía que puede ser una conversación incómoda explicarle a sus nuevas parejas que tiene un fetiche con las cosquillas. Barry también dice que usa Craigslist para ofrecer sus servicios de cosquillas a cambio de dinero en efectivo.
“Tenía alrededor de 20 años cuando empecé con el fetiche de las cosquillas”, recuerda, con los ojos vidriosos. “A lo largo de mis años en la universidad, tuve una novia aventurera que siempre quería que usara juguetes sexuales con ella. El día que me pidió que acariciara sus senos con unas plumas fue el día que más me intrigó el cosquilleo. Lo que realmente me excitó fue la mezcla entre cómo se erguían sus pezones y su risa coqueta. Esto llegó a un punto tal que yo ya ni siquiera quería penetrarla.
“Lamentablemente, nuestra relación no duró, pero desde entonces no he vuelto atrás. Puede ser difícil explicarle mi fetiche a mis nuevas parejas, muchas mujeres piensan que soy un bicho raro, pero siempre es posible encontrar a alguien que esté dispuesto a probar tal experiencia”.