Este artículo se publicó originalmente en VICE Reino Unido.
Como ya sabrás por las series de televisión y las películas de Ben Stiller, los momentos más divertidos de compartir vivienda son esos en los que el golpeteo constante del somier contra la pared de la habitación de al lado no te deja pegar ojo. Esa es, al menos según la televisión, una de las facetas de vivir con dos personas que son pareja, de ser el tercero en discordia. Pero ¿realmente es tan malo o tan tópico como se nos quiere hacer creer?
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El mes pasado, pregunté a varias personas que me contaran su experiencia enrollándose con sus compañeros de piso en la universidad. En esta ocasión, he querido conocer la otra parte de la historia, la de los que tienen que soportar los orgasmos de los demás en su propia casa. Estas son sus historias.
Daniel
29 años
Gerente de contabilidad
VICE: ¿Podrías ponerme en antecedentes sobre tu experiencia de compartir piso con dos personas que son pareja?
Daniel: Alquilé una habitación en una casa de Londres durante más o menos un año y medio. Estaba tan desesperado por mudarme que en cuanto vi el anuncio y la casa, no lo dudé.
¿Hubo momentos violentos?
En general estuvo bien, pero había mucha diferencia de edad entre la pareja y yo. En aquel entonces yo tenía 26 años y ellos tendrían treinta y tantos, por lo que hacían cosas propias de la gente de su edad, como cocinar pan o celebrar cenas en casa, a las que me veía un poco obligado a asistir. Una vez montaron una fiesta en la que cada uno tenía que preparar un combinado a otro invitado. Le hice uno a un tipo, que acabó escupiéndolo por toda la cocina y rompiendo la ventana de un puñetazo. Después de que se lo llevaran al hospital, me enteré de que por lo visto el hombre tenía ciertos problemas para contener su ira.
A veces, cuando me emborrachaba, traía chicas a casa. Estoy seguro de que mis compañeros de piso nos oían follar, porque nuestras habitaciones están pared con pared, pero bueno, yo también los oía a ellos muchas veces y me ponía los auriculares.
¿Hasta qué punto era patente su relación en el día a día?
Ya me lo hicieron saber antes de que entrara a vivir con ellos. La verdad es que en casa tampoco lo demostraban en público, aparte de que a veces se quedaban acurrucados en el sofá. Pero no me importaba.
¿Cómo acabó la historia?
Me caducó el visado y tuve que volver a Australia, pero a esas alturas ya lo había superado. Si me hubiera quedado en Londres, seguramente me habría buscado otro sitio. Se negaron a devolverme el depósito hasta que hubieran inspeccionado mi cuarto, pero yo no les pagué el alquiler ese mes y me fui.
¿Qué piensas de la experiencia, ahora que ha pasado un tiempo?
Creo que les benefició más a ellos que a mí. Les estaba ayudando a pagar la hipoteca, no causaba problemas y lo tenía todo muy ordenado. No fue la mejor experiencia compartiendo piso, pero bueno, la casa estaba limpia, cosa rara de encontrar.
Emma*
32 años
Trabaja en comunicación
VICE: ¿Cómo acabaste siendo la tercera en discordia en tu casa?
Emma: Estuve un año viviendo con un buen amigo, hasta que se echó novia. La chica no tardó en venirse a vivir a casa. Venía todas las noches, dejaba sus cosas por todas partes, usaba mis productos caros para el pelo y me los sustituía por otros baratos. La situación se hizo oficial a los seis meses.
¿Qué pasó entonces?
Estuve viviendo con ellos como pareja unos tres meses más. Empezó bastante bien y, aunque no la soportaba, me callaba porque realmente nunca hizo nada horrible de lo que la pudiera culpar. Pero cuanto más tiempo pasaba ella con mi amigo, más territorial se volvía, y pronto no se cortó un pelo en hacerme saber que mi presencia no era bienvenida. Al final yo casi nunca estaba en casa, y cuando estaba, me encerraba en mi cuarto para evitarlos. Me habían dejado bien claro que era su casa el sitio parecía una pocilga, lleno de trastos suyos, y yo me veía obligada a apartar sus mierdas para poder usar cualquier cosa.
¿Cómo se desarrolló la cosa?
Se convirtió en una guerra de desgaste psicológico. Me regañaron como si fuera una niña por ocupar el baño diez minutos por la mañana, cuando ellos “lo necesitaban”, o por poner comida en la nevera, que era enorme y estaba siempre medio vacía.
Fue gracioso porque luego empecé a salir con un chico, con lo cual ya no eran la pareja guay que se creían. Cuando mi chico se quedaba a dormir, ellos se ponían a follar haciendo mucho ruido, pero la verdad es que no nos incomodaba en absoluto.
Y ¿qué hay de las muestras de afecto en público? ¿Cómo se comportaban cuando tú estabas?
No lo ocultaban en absoluto. No iban por ahí como diciendo, “Hola, gente, mirad lo enamorados que estamos [ruido de filetazo]”, pero sí que eran de los que no paran de poner publicaciones en Facebook con etiquetas del tipo #novioperfecto, #parejita #enamorados, etc. O empezaban a acariciarse mutuamente en la cocina mientras yo me estaba preparando la cena.
¿Cómo acabó?
Cuando mi compañero me dijo que su novia iba a venirse a vivir, quedaba implícito que yo me tendría que ir. Como en ese momento las cosas todavía no se habían ido de madre, me dijeron que me tomara mi tiempo hasta que encontrara un sitio decente. Al final fueron dos meses, porque no olvidemos que estamos hablando de Londres. Cuando me marché, solo nos comunicábamos por WhatsApp. Desde entonces no he vuelto a hablar con ninguno de ellos, excepto por un par de conversaciones sobre las facturas.
No parece una relación muy sana.
Fue duro, porque antes éramos muy amigos y ahora no nos hablamos. Estar en la casa era horrible, pero no lo supe hasta que me di cuenta de que no me apetecía nada volver al final del día. No sé cómo lo llevaron ellos, pero como parecía que era rollo “ellos contra el mundo”, seguramente la experiencia los hizo una #pareja #másfuerte.
Michael*
29 años
Relaciones públicas
VICE: Hola, Michael. Has dicho que estuviste viviendo con tu hermana menor y su novio, ¿no?
Michael: Cuando mi novia se fue a una universidad en el extranjero, yo me quedé en el piso. Busqué amigos que quisieran venirse a vivir, pero no funcionó, así que al final se vinieron mi hermana y su novio. En ese momento, ellos tenían 20 años y yo, 27. Yo me pasé al dormitorio pequeño y ellos ocuparon el de la cama de matrimonio.
¿Cómo fue la cosa?
A veces era un poco raro. Mi hermana y su novio no bebían. Me sentía fatal por despertarlos o por armar mucho jaleo cuando volvía a casa de fiesta, borracho perdido. Una vez me robaron de camino a casa y se quedaron muy preocupados. Ellos llevaban una vida mucho más tranquila.
Yo trabajaba como periodista autónomo y pasaba muchas noches en el salón de casa con el portátil, escuchando música con los auriculares y escribiendo artículos. Una noche, llevaba los auriculares puestos pero no estaba escuchando música. Supongo que pensaron que no podía oírles y el novio de mi hermana le preguntó, “¿Lo hacemos?”, a lo que mi hermana respondió, “Claro…”. Se fueron a su habitación y cerraron la puerta. Si ya resulta violento oír a tus compañeros de piso montárselo en la habitación de al lado, imagínate cuando uno de ellos es tu hermanita pequeña.
¿Crees que la experiencia fue beneficiosa para todos, al final?
Mi hermana y su novio no eran los compañeros ideales para mí, porque llevábamos estilos de vida muy distintos. Nunca podía montar fiestas en casa por respeto a ellos, que no bebían. Por otro lado, creo que me sirvió para conocer mejor a mi hermana. La última vez que habíamos vivido juntos fue hace diez años. Esos seis meses de convivencia nos unieron más.
Pero ahora siento que estamos más distanciados que nunca. Casi no nos comunicamos. Incluso hablo más por internet con mi familia que con ella. Haciendo balance, creo que no fue positivo compartir casa una temporada porque nos cansamos la una del otro. O al menos ella se cansó de mí. También fue muy violento el momento de “¿Lo hacemos?”. Me alegro de que todavía no sepa que los oí.
*Se han cambiado los nombres porque para algunos era embarazoso.
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Traducción por Mario Abad.