Este artículo hace parte de “Safe Sesh” (sesiones Seguras) una campaña de VICE que promueve la reducción de riesgos, producida en colaboración con The Loop y The Royal Society for Public Health. Lee más de esta serie editorial aquí.
Cuando Alex Miller de 21 años iba al colegio, compró una botella de medicina para la tos con el fin de trabarse. Más temprano ese mismo día había tomado Adderall, el medicamento que le prescriben a quienes son diagnosticados con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (ADHD), esto era algo que en ese entonces hacía con frecuencia porque estaba luchando contra una fuerte adicción a las anfetaminas.
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“Así que había tomado un estimulante en la mañana y después tomé un disociativo. Una combinación estúpida”, me dijo. “Al día siguiente me levanté con rezagos leves en la vista. No era nada evidente pero instantáneamente noté que algo malo había pasado porque para ese momento cualquier efecto secundario debía haber desaparecido”.
Por semanas la vista de Miller se vio afectada (veía pequeñas líneas de luz seguir los objetos mientras se movían). Al principio, dijo, no se sintió muy perturbado, era bastante leve. Sin embargo con el paso de tiempo se empezó a preocupar porque los rastros de luz no desaparecían. Eso fue hace cuatro años, y desde entonces las visiones solo han empeorado.
“Seré ciego cuando cumpla los 30? Seré capaz de caminar en una calle concurrida? Seré capaz de manejar? Eso es lo que pasa por mi cabeza”, dijo.
Miller tiene un trastorno perceptivo persistente por alucinógenos (HPPD en inglés), una condición pobremente comprendida que solo puedes desarrollar si has consumido drogas alucinógenas. Puede producir perturbaciones en la vista, como halos alrededor de los objetos, o cosas que no están pero ves con tu vista periférica e imágenes retardadas.
Aunque no representa una amenaza a la vida, esta condición afecta la cotidianidad y puede llegar a ser tan estresante que quien la sufre puede desarrollar problemas de salud mental (los investigadores creen que quienes tiene HPPD tienen un 50% de posibilidades de sufrir de depresión). Mientras el HPPD está más asociado al consumo de ácido, también se relaciona con otras substancias como el MDMA y las anfetaminas.
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Actualmente no existe una cura, en el mejor de los casos el tratamiento consiste en una combinación de medicamentos y terapia conversacional. Puede durar meses o años y en algunos casos, toda la vida. Un estudio en el Reino Unido examinó el caso de un hombre es sus tardíos cuarenta quien ha sufrido de HPPD por 25 años.
“Realmente no existe un buen tratamiento para esto” dijo el Dr Henry Abraham, un profesor de psiquiatría de la Universidad de Tufts y uno de los pocos científicos en el mundo que investiga el HPPD. “Hemos intentado todo tipo de cosas, hemos publicado investigaciones, pero no existe realmente una cura distinta a la madre naturaleza”.
Miller dijo que al principio, ni siquiera estaba recibiendo un tratamiento adecuado para el HPPD. “Por un tiempo me automediqué, tratando de disuadir el problema”. “Estaba consumiendo estimulantes para tratarme. Todo el mundo te dirá que la mejor opción para ti es la abstinencia pero eso puede ser demasiado para algunos”.
Miller, quien ahora está recibiendo un tratamiento por drogadicción, está actualmente tomando quetiapina, un antipsicótico para manejar sus síntomas y ha encontrado que funciona. Previamente había tomado benzodiazepina con algún éxito, esta droga psicoactiva se le suministra con frecuencia a quienes sufren HPPD, pero tiene su propio set de riesgos.
“Los benzos pueden ser utilizados de manera segura siempre que la persona no tenga riesgo de volverse dependiente” dice Abraham. “Es una primera línea se defensa, pero no una cura”. Abraham enfatizó que cualquiera con HPPD debería evitar las sustancias con propósitos recreativos, especialmente la marihuana, a todo costo. También añadió que su investigación había encontrado que practicar la consciencia ayuda muchísimo a aliviar los síntomas y manejar la condición.
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El HPPD recibe tan poca visibilidad que muchos doctores desconocen su existencia, a pesar de ser reconocido como una condición en el Manual Estadístico para el Diagnóstico de Enfermedades Mentales, biblia clínica que clasifica los diagnósticos de enfermedades mentales en Estado Unidos. “es lo que se conoce como una enfermedad huérfana” dijo Abraham, refiriéndose al hecho de que las compañías farmacéuticas no están interesadas en ella porque no pueden lucrarse dada su rareza, y así los científicos no tienen financiación para investigarla.
Abraham estima que el HPDD afecta alrededor del 4% de las personas que consumen alucinógenos, pero como ningún estudio a gran escala se ha realizado, es imposible saber quienes quedan por fuera de la muestra. También dijo que un aspecto muy preocupante de esta condición es el hecho de que puede manifestarse mucho después de que el consumo de drogas se de. A diferencia de lo que Miller experimentó (levantarse al siguiente día de un ‘trip’ con los síntomas) las manifestaciones del HPPD ocurren mucho después de eso.
“Si has tomado LSD en el pasado y aún no tienes síntomas de HPPD, no quiere decir que estés Libre de riesgo”, dijo Abraham. “Muchas veces la gente desarrolla este síndrome después de una noche de tragos y de fumar hierba”. Eso quiere decir: si alguien ha tomado alucinógenos ácidos u otros, un sesión más allá de la línea, puede llevarlos al borde y activar HPPD.
Miller sospechó por mucho tiempo que tenía HPPD antes de tener un diagnóstico oficial. Primero fue a un oftalmólogo pero sus exámenes salieron bien así que fue remitido a una imagen de resonancia magnética y a un neuro-oftalmólogo. Abraham dijo que el camino seguido por Miller en su diagnóstico es común, estimando que un paciente promedio visitará al menos seis doctores antes de encontrar a alguien que conozca su enfermedad.
Por esa razón, Miller creó un grupo en Facebook para las personas que tienen o creen tener HPPD. En el grupo la gente habla de lo que creen estar experimentando y cómo el HPPD afecta sus vidas, además de compartir cosas que les han ayudado.
“Todos en el [grupo de Facebook] tienen algo que un gran número de personas afuera tienen y combaten” dijo Miller. “Ellos están combatiendo hasta el punto de visitar estos grupos porque no reciben respuestas de los profesionales”.
Miller dijo que la verdadera patada en los dientes con el HPPD no es vivir con este tipo de estrés, sino el intentar hablarlo con los demás porque no son empáticos y al estar asociado con el consumo de drogras recreacionales la gente lo percibe como autoinflingido. “La gente es reacia a hablar del HPPD porque consideran que hay un estigma atado a el”, dijo. “Y ahora tengo este recordatorio constante de algo que hice en el colegio cuando no estaba pensando en nada”.