Todas las fotos y el tráiler cortesía de la productora
El cine de Fernando León de Aranoa lleva años dando pereza. Por ser directo. O lleva años siendo agua estancada donde antes corrían ríos de denuncia, buenas historias y sensibilidad. Por usar una metáfora.
Videos by VICE
El caso es que el magistral corto Sirenas, Barrio, Familia o Los lunes al sol (quizá la mejor película sobre las crisis, hecha, curiosamente, antes de la crisis) parecen pertenecer a la biografía de otro director, que luego se ha dedicado a convertirse en un fotografía movida de lo que un día fue.
Más o menos, como Ken Loach —por lo que tiene de compromiso político— y por su tendencia a repasar el mismo esquema. Aunque cambiando las Palmas de Oro que acumula el británico, por premios Goya.
Así, plantarse ante un documental sobre Podemos, que lleva la firma de este director planteaba, como poco, dudas, escepticismo político y ciertas dosis de pereza. Pero, sorpresa, supera la prueba y construye un material que si desde el punto de vista cinematográfico no aporta ninguna novedad, tampoco hace falta, sí constituye un gran documento (un relato, como dicen los protagonistas) sobre la corta historia del partido de los círculos que surgió de la bengala del 15-M.
Tuvimos noticias de este documental hace más de un año, el 31 de enero de 2015, cuando Podemos convocó lo que se denominó la Marcha del Cambio y devolvió la Puerta del Sol de Madrid a todos los indignados. Entonces, VICE estaba grabando un vídeo sobre esta manifestación y coincidimos en San Blas con el equipo de Fernando León, que ya llevaba más de un año ‘infiltrado’ en las filas del partido de Pablo Iglesias. Porque Política, manual de instrucciones, que así se llama el documental, arranca en la Asamblea Constituyente de Podemos, en la mítica cita de Vistalegre, en la que Pablo Iglesias tomó —asaltó, como se dice en su jerga— las riendas de un partido que hasta entonces era una asamblea de voces.
Fernando León se convierte en un testigo mudo de la historia, su cámara no toma partido y eso que hay motivos: enfrentamientos entre Monedero y Errrejón-Iglesias por el nuevo rumbo de Podemos; el batacazo (la hostia) de las Elecciones Catalanas de 2015; el tema de la conexión latinoamericana, acusaciones de simpatizar con ETA o la ‘cagada’ (reconocida por él mismo) del líder llamando Don Pantuflo a Eduardo Inda y bajando, por primera vez, al barro que se propone en los progamas de prime-time que se llaman tertulias políticas.
Es decir, todo lo que se ha generado en torno a Podemos cuando han dejado de ser un grupo de gente que se reunía en los parques y se ha convertido en un partido aparece sin pudor en pantalla.
De eso, principalmente, habla este documental. De cómo han vivido los grandes actores del cambio esta transformación. Es decir, los tres líderes (el bueno, el feo y el malo, que cada cuál los ponga en su orden) y los actores secundarios, pero con papel y texto, como Carolina Bescansa, Luis Alegre o Pablo Echenique.
Los vemos en su intimidad —por ejemplo, a Pablo Iglesias dudando si poner un tweet o tocando la guitarra en una ‘barbacoa ideológica’—, compartiendo una lata de Mahou verde y también jodidos porque las cosas no van como ellos quieren. Es decir, vemos la dimensión de seres humanos que hay detrás de la imagen pública de los políticos. Algo que no se suele dar y que se agradece. Deberían tomar nota los fans del plasma y de los coros griegos que les ríen las gracias.
Aunque lo realmente interesante es comprobar cómo se va gestando todo ese entramado de Podemos, cómo aleccionan a sus candidatos para usar bien las redes sociales (‘limpiar’ su Twitter, si hace falta, aunque nadie haya hecho nada malo) y cómo se va construyendo el discurso.
Aquí, el personaje principal, con aires shakesperianos, es Íñigo Errejón y Fernando León lo sabe. Él es que el decide los conceptos sobre los que se van a articular las campañas (patria, cambio, nueva política) y también el que asegura que ve las palabras como montículos en una batalla, que hay que ganarlos poco a poco para hacerse con la guerra completa.
También aparece dormido como un niño en una furgoneta, para suavizar un poco su imagen de estratega frío, eficaz y que no hace rehenes. Su figura sale fortalecida, aunque nos quedamos con ganas de más Monedero, que es como un villano de película de James Bond, atractivo, malvado y muy seductor (alguien que nos explique por qué sale con la camiseta de Noviembre de Achero Mañas, con la cara de Óscar Jaenada).
Al final, después de ver Política…, uno acaba un poco exhausto de tanto discurso interno, esa banda sonora de solos de batería y de ese sube-baja de tensión política.
A Fernando León se le va la mano con la épica, pero desde el punto de vista de documento histórico es algo irreprochable. Lo de no tomar partido era algo imposible, y al fin y al cabo, ¿quién puede crear algo sin posicionarse? Incluso no sería una cosa buena. Y, además, nos reconciliamos un poco con el director que vuelve a demostrar —como ya hizo con el subcomandante Marcos en Caminantes— que el documental político es un género en el que se mueve como pez en el agua.