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10 preguntas que siempre quisiste hacer sobre los toques de queda

“Confundir los medios con los fines, cuando se trata de la libertad de los ciudadanos, es potencialmente trágico”.
Alberto Sánchez Galeano

En la Europa medieval sonaban las campanas al caer la noche: era hora de cubrir y apagar los fuegos, velas y antorchas con los que se iluminaban los caminos para prevenir los incendios accidentales. Los pueblos quedaban a oscuras y la gente permanecía en casa. Así nació la medida del toque de queda, que en francés se llamó couvre feu (cubre fuego) y que en inglés fue adaptada como curfew. Era un cortafuegos, un recurso de seguridad ambiental. 

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En el siglo XX, su uso migró hacia el ámbito militar y las campanas dieron paso a las sirenas o tambores. Ya no era un recordatorio, sino una prohibición: nadie salía de la casa y punto. En la Segunda Guerra Mundial, tras el asesinato de Martin Luther King en Estados Unidos, durante la Primavera Árabe o para reprimir protestas o movimientos sociales, la autoridad recurrió al toque de queda.  

Hoy, si hay toque de queda no puedes circular libremente por las calles, debes permanecer en tu casa salvo excepciones de urgencia. Es una restricción de la libertad, que es un derecho humano y constitucional, válida solo cuando no hay otra opción: se debería aplicar únicamente en situaciones de extrema gravedad, como una guerra o un atentado, para garantizar la seguridad de la población, mitigar enfrentamientos o facilitar el control de un territorio a causa de una contingencia inesperada. 

La historia de América Latina, sin embargo, muestra matices frente a la teoría de cuándo se puede aplicar el toque de queda. Las dictaduras del Cono Sur, especialmente la de Videla en Argentina, lo usaron como mecanismo de gobierno regular y frecuente. Y aunque es una medida formal, de carácter legal, en México, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Brasil y Colombia hay territorios en los que grupos armados al margen de la ley —como guerrillas, pandillas o carteles— imponen toques de queda e incluso cese de todas las actividades durante días porque son la autoridad del lugar. 

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Cuando en Bogotá se decretó toque de queda general en noviembre de 2019, durante el paro nacional que hubo en Colombia, fue el primero desde 1977. El peso y la excepcionalidad de la medida se sentían en las conversaciones, en las miradas, en el aire: algo muy grave debía estar pasando para que el alcalde recurriera a esa decisión. 

Adelanta la película unos meses y nos encontramos con que, recientemente, en Colombia y el resto América Latina hemos estado nadando en toques de queda. Luego de la cuarentena estricta para hacerle frente al coronavirus, esta medida ha sido usada por gobiernos nacionales y locales para evitar que las personas salgan de sus casas y prevenir el contagio. De cierta forma, el toque de queda ha vuelto a su origen, como un cortafuegos frente al virus. 

Dado su historial complejo en la región, y que ha pasado de ser un recurso excepcional a uno frecuente en los últimos meses, el toque de queda ha sido objeto de conversaciones, interrogantes y confusiones en grupos de WhatsApp, encuentros en las calles o conversaciones familiares. ¿Es normal que haya toques de queda de varios días? ¿Cuáles son las alternativas que tienen los gobiernos? ¿Cuál es el costo democrático que tiene este mandato? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos al respecto? 

Pues bueno, para entender más sobre los toques de queda, le hice diez preguntas sobre el tema al colombiano Alberto Sánchez Galeano. Él es licenciado en Historia de la Universidad del Valle con experiencia en investigación y asesoría en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas de seguridad y convivencia ciudadanas. También ha trabajado en temas de políticas de drogas y articulación estratégica con organismos de seguridad y justicia. Ha sido asesor e investigador en las secretarías de seguridad de Cali y Bogotá, así como en centros de pensamiento y ONG de estas ciudades. 

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VICE: ¿Por qué a los presidentes y a los alcaldes les han gustado tanto los toques de queda durante la pandemia?

Alberto Sánchez Galeano: Hasta cierto punto la medida es un comodín que permite resolver varios problemas (al menos temporalmente) a partir de una sola medida: contagio, accidentalidad, inseguridad, uso del espacio público. Creo que nadie puede culpar a quienes vieron en la medida una forma eficaz para reducir el impacto del contagio en los primeros días de la pandemia, pero creo que el fin (salvaguardar a los ciudadanos) se confundió muy rápido con el medio (la imposición de toques de queda). Hubo otra confusión aún más compleja: toque de queda (herramienta normativa limitada en tiempo y capacidades) y cuarentena (un objetivo de duración indefinida). El toque de queda es una herramienta de manejo del orden público mientras que la cuarentena es una herramienta de carácter sanitario. Por lo general las crisis de orden público son limitadas en el tiempo, mientras que los riesgos epidemiológicos son fenómenos de duración incierta y generalmente prolongada.

¿Cuáles son las desventajas o debilidades, desde un punto de vista de seguridad, de un toque de queda?

Cualquier medida que dependa de la capacidad de las autoridades militares o policiales comienza a agotarse casi desde el momento de su imposición. La capacidad (número de hombres, vehículos, puestos fijos, etc.) que se requiere para su imposición no pueden mantenerse de manera indefinida. En este sentido, el riesgo principal es malgastar las capacidades de la fuerza pública, que es un recurso escaso, especialmente en países como los nuestros. En seguridad y defensa esto se llama “esquema de desgaste”, es decir, una acción que pierde fuerza a medida que se implementa. Otro riesgo es abrir la puerta para que se comentan abusos. Los toques de queda se prestan mucho para que la fuerza pública ejerza un control excesivo sobre comportamientos que no representan una amenaza real ni para los uniformados ni para otros ciudadanos, esto, sin ningún tipo de contrapeso que les permita defenderse a quienes han sido detenidos, trasladados o sancionados arbitrariamente. 

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¿Hay casos en la historia en los que los toques de queda hayan salido mal?

Llegar a la imposición de un toque de queda ya es indicador de que hay una situación que es potencial o efectivamente peligrosa. La medida por sí misma no sale bien ni mal, lo que puede derivar en hechos catastróficos es la situación que motivó su imposición, dado que en no pocos casos dicha imposición (o el uso de otro tipo de restricciones) se deriva de la incapacidad de las autoridades para controlar situaciones particulares. Durante la pandemia, países como Perú y Chile presenciaron movilizaciones que, en sentido estricto, violaban las medidas de aislamiento o toque de queda. La reacción policial o incluso militar para hacer respetar estas medidas, aun cuando es evidente que no es posible hacerlo, puede terminar en enfrentamientos con consecuencias trágicas para los ciudadanos y los uniformados. 

¿Qué alternativas hay frente al toque de queda para proteger a la población en la pandemia?

Una restricción como un toque de queda tiene profundos efectos sociales y económicos que pasan a segundo plano frente a la intención de mostrar que “se está haciendo algo” por parte del gobernante. La pandemia ha sido un reto para todos, especialmente para quienes toman decisiones, pero hasta cierto punto la dependencia de las restricciones llevó a que estrategias como el rastreo de casos activos se implementaran parcialmente, con pocos recursos y, en algunos casos, sólo temporalmente. En este sentido, creo que hay dos alternativas viables para enfrentar lo que resta de contingencia: hacer mayor énfasis en la prevención (sin caer en “protocolos” de papel como los termómetros, la firma de actas con datos o los tapetes desinfectantes) y educar mejor sobre los riesgos. Un anuncio mal comunicado puede llevar a los ciudadanos a pensar que la situación es más o menos grave de lo que en realidad es, lo que tiene efectos sobre las decisiones individuales, incluso las aparentemente más intrascendentes. 

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¿Qué puede hacer la ciudadanía si los gobiernos restringen la libertad constantemente con toques de queda, o sea medidas excepcionales que se vuelven regulares?

Exigir evidencia sobre sus impactos, tanto los positivos como los negativos. Sin embargo, la relación no se limita a los gobiernos con los ciudadanos. Órganos de control como las asambleas departamentales y consejos municipales son determinantes frente al control de este tipo de medidas. Hoy, frente a la pandemia, parecen la opción más viable, pero en el mediano plazo, cuando los costos económicos de dichos cierres (quiebras, desempleo y desfinanciación de programas) generen problemas graves, vendrá la pregunta de por qué no se limitó su uso. Los ciudadanos están a tiempo de exigir cuentas sobre los efectos de las medidas, especialmente aquellos a quienes dichas medidas han golpeado con más fuerza, y las autoridades elegidas para ejercer control sobre los gobernantes de hacer que dichos gobernantes respondan. 

¿Cómo reciben la medida de toques de queda los policías y militares?  

Se tiende a creer que policías y militares reciben este tipo de medidas con cierto agrado, pero no necesariamente es así. Un toque de queda impone mayor trabajo para los uniformados, lo que puede alargar sus turnos de servicio y la obligación de llevar a cabo acciones para las que no están preparados (ni por formación ni por disponibilidad de herramientas), sin que ello implique dejar de lado las funciones regulares del servicio. En pocas palabras, más trabajo en condiciones cada vez menos favorables. En el caso de Colombia, los gobiernos locales suelen dejar en manos de la Policía más de lo que les corresponde hacer, por lo que la imposición de este tipo de medidas implica mayor carga, mayor riesgo y, no pocas veces, ningún tipo de reconocimiento. 

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Si hecha la ley, hecha la trampa, ¿de alguna manera los toques de queda resultan en la activación de circuitos de economía ilegal? Fiestas, alcohol, etc.

Quitaría el “de alguna manera”. Las fiestas “clandestinas” no surgieron con la pandemia, dado que siempre se han llevado a cabo eventos de este tipo en establecimientos y sitios no aptos para ello. Frente al alcohol y el consumo de sustancias psicoactivas ilegales, la historia es distinta. La operación de la cadena de distribución legal de alcohol nunca había sido restringida durante un tiempo tan prolongado, lo que benefició a actores que distribuyen y producen alcohol de manera irregular. Algo similar ocurrió con los mercados de drogas, que tuvieron que adaptar su operación para ser más discretos. Frente al alcohol vale señalar algo importante: al incentivar el consumo de alcohol artesanal o adulterado, se corre el riesgo de generar afectaciones a la salud pública, lo cual es por lo menos irónico tratándose de una medida dirigida, se dice, a salvaguardar la salud pública.

¿Usted considera que en América Latina y durante la pandemia los toques de queda han sido justos? 

Creo que en buena medida se abusó de restricciones que perdieron efectividad muy rápido y se hizo un uso irracional, poco práctico, de herramientas pensadas para facilitar el manejo de la contingencia. Me explico. Una medida como el “pico y cédula” (en Colombia) se pensó para facilitar el control de aforo, no para restringirlo de manera absoluta. No poder ingresar a un establecimiento completamente vacío no tiene sentido alguno. En casos como los de Honduras y El Salvador, el aislamiento sirvió de excusa para delegar el control del orden público a los militares, una decisión prácticamente imposible de justificar sin emergencia sanitaria. En casos como los de Perú y Colombia, las restricciones a la movilidad con base en el número de cédula o el género dejaron como saldo arbitrariedades e incluso un intento de homicidio contra personas LGBT. Confundir los medios con los fines, cuando se trata de la libertad de los ciudadanos, es potencialmente trágico. Esa confusión, tristemente, parece haber sido la regla.  

Si la situación es tan peligrosa como para decretar el toque de queda, ¿por qué esta medida es intermitente? Solo por las noches o solo fines de semana, por ejemplo.

Nada resume mejor el uso irresponsable del toque de queda que justificar su necesidad en la urgencia de reducir el contagio e imponerlo en franjas horarias en las que el riesgo de contagio es mínimo. La medida sí puede ayudar a mitigar otro tipo de riesgos, como los relacionados con violencia o accidentalidad, pero cabe preguntarse si los beneficios de su imposición son mayores que los costos que conlleva. 

¿Qué precedentes y consecuencias a corto y mediano plazo implica que haya habido tantos toques de queda en tan poco tiempo?

No hay antecedentes de un periodo de restricción tan prolongado. Sin embargo, veo dos potenciales consecuencias, contradictorias entre sí: que los gobernantes apelen a este tipo de medidas con mayor facilidad, al tiempo que dichas medidas pierden su efectividad. En el futuro, en algún momento de crisis que de verdad lo requiera, estas medidas podrían no ser efectivas.