Identidad

Historias alarmantes de gente que vive con influencers

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Este artículo se publicó originalmente en VICE Reino Unido.

Ya sea porque estás en la universidad o porque no te queda otra más que compartir casa, en algún momento vas a tener que vivir con alguien insoportable.

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Tradicionalmente, nos encontrábamos con compañeros que mostraban comportamientos pasivo-agresivos en los grupos de WhatsApp, que no pagaban las facturas o que se olvidaban de la comida que tenían en el frigorífico hasta que se pudría y apestaba la casa entera. Pero en 2020 nos enfrentamos a un nuevo tipo de compañero insufrible: el influencer.

Las entregas a domicilio a todas horas, los reportajes fotográficos forzados y las historias de Instagram falsas son tan solo la punta del iceberg del infierno que supone vivir con un influencer. La línea que separa las redes sociales de la vida real se vuelve difusa y aquellos que cohabitan con estas celebridades experimentan lo que es estar detrás de las cámaras —y no tiene buena pinta—.

Hemos hablado con seis personas que comparten casa con influencers para que nos hablen de su experiencia.

‘Está cocinando en casa mientras sube historias en Instagram en las que sale cenando en Grecia’

“No lo conocía de antemano, pero vi un anuncio en SpareRoom y no me di cuenta de que era un influencer de Instagram. Cuando me mudé, pensé: ‘Guau, está muy fuerte y tiene una piel perfecta’. Entonces, cuando me enteré, todo cobró sentido. Tiene treinta y poco años, varios cientos de miles de seguidores y es coach de vida. Pero no tiene ningún sentido porque sus padres siguen pagándole el alquiler y no tiene un trabajo de verdad. Cuando vi más allá de toda la comida y las bebidas caras que recibía de varios eventos y compañías con las que trabajaba, me encontré con una realidad diferente.

“Tiene mensajes positivos e ‘inspiradores’ por toda la casa. Todas las mañanas reproduce a todo volumen una canción de rock cristiano motivacional que nos vuelve a todos locos. Publica imágenes en Instagram en hoteles lujosos y marca la localización como ‘hogar dulce hogar’. O está cocinando en casa, en Londres, mientras sube historias en Instagram en las que sale cenando en Grecia. No dudo de que haya estado en Grecia, pero fue una semana de vacaciones y no un mes de fiesta como da a entender su perfil.

“Creo que probablemente un 90 por ciento sea mentira. Si lo sigues en redes sociales, puedes pensar que es un tipo adinerado que siempre está viajando por el mundo y vive en una buena casa, pero es solo una versión superexagerada de la verdad.

“Es difícil vivir con alguien en quien no crees poder confiar. Ni siquiera en sus fotos. Se ve muy diferente en cada una de ellas porque las edita demasiado”. — Theo, 28 años, Londres

‘Recurrió a la microfinanciación colectiva para pagar el alquiler y las facturas’

“Vivimos juntas en 2013-2014, y el mundo de los influencers no era lo que es ahora. Teníamos amigos en común, así que pensé que sería divertido vivir con ella, pero fue la peor época de mi vida. Se tiñó el pelo verde, lo cual requiere mucho cuidado, y toda la casa estaba cubierta de unas manchas verdes repugnantes. Yo tenía que limpiar las paredes todos los días, por miedo a que perdiéramos la fianza. Ella era básicamente una modelo de glamour en Instagram, pero sus fans no veían el estado deplorable en el que estaba su cuarto. ¿Sabes cuando algo se sale en el bolso del maquillaje y todo acaba cubierto de una capa de mugre? Así estaba su habitación.

“Tenía alrededor de 250 000 seguidores y probablemente era más modelo de Instagram que alguien con un montón de ofertas de marcas. Instagram era una forma de estar en contacto con sus fans, en vez de una plataforma de marketing. No tenía ningún ingreso estable, así que creaba listas de deseos en Amazon para que sus seguidores le compraran cosas. Cuando nos mudamos juntas, creó una con regalos de bienvenida, aunque no había nada útil, como una tabla de planchar o un cubo para fregar. En su lugar, le enviaron un cajón de madera lleno de tés de diferentes sabores y siropes para el café. Siempre tenía cajas en los pasillos y trataba de convencerme para que recogiera paquetes para ella: solía recibir unos 20 al día.

“Las donaciones aumentaron cuando tuvo un accidente mientras grababa un vídeo de YouTube y recurrió a la microfinanciación colectiva para pagar el alquiler y las facturas. Se le daban muy mal los temas financieros y no tenía las cuentas bancarias necesarias para recibir el dinero de sus seguidores, así que tuve que usar mi cuenta de PayPal para las donaciones. Una vez tuve que redactarle un currículum. Cuidar de ella y de su dinero era como mi segundo trabajo”. — Evie-May, 26 años, Londres

‘Retransmitía cómo ‘vivía al máximo’, pero en realidad nunca hablaba con nadie’

“Estudiaba arte y vivía con un grupo de desconocidos que tenían alrededor de 20 años. La chica de la habitación de al lado era una influencer con 20 000 seguidores de Instagram. Vivir con ella era una pesadilla y necesitaba atención constante, pero la verdad es que me daba pena.

“Recibía muchísimos me gusta en redes sociales y retransmitía cómo ‘vivía al máximo’, pero en realidad nunca hablaba con nadie, ya fuese en la casa o en la Universidad, aparte de los ligues de una noche de Tinder.

“Francamente, parecía solitaria y arrogante, pero me ayudó a cambiar la forma en la que veía a las personas según sus cuentas en redes sociales, que en su caso no tenía nada que ver con la realidad: se pasaba todo el día encerrada en su habitación”. — Eshan, 28 años, Londres

‘Creo que lo que más me sorprendió de vivir con una influencer fue lo mucho que decía no a las marcas’

“Mi experiencia es muy positiva. Mi compañera y yo somos muy buenas amigas. Ella es microinfluencer y se lo toma como un trabajo a media jornada. Hablamos mucho sobre Instagram y, especialmente durante la cuarentena, me encargaba de sacarle fotos, porque era la persona con la que más confianza tenía. Yo lo veo como una forma práctica de conseguir dinero para impulsar su trayectoria, en vez de alguien que tiene contratos con marcas y un Instagram totalmente programado; con ella todavía no es así.

“Creo que lo que más me sorprendió de vivir con ella fue lo mucho que decía no a las marcas, porque yo siempre había pensado que los influencers trabajaban con cualquier marca. Ya no podemos decir que no sea un trabajo, porque son gente real que gana dinero de verdad. Obviamente, no todo el mundo tiene experiencias positivas, pero yo no estoy ni a favor ni en contra de los influencers de Instagram y vivir con mi compañera me ha hecho darme cuenta de que hay muchos más matices. — Millie, 24 años, Londres

‘Si publica una foto… no podemos hacer nada durante horas’

“Mi hermana es influencer a media jornada en la universidad y yo estoy completamente en contra porque en su gran mayoría consiste en moda rápida, especialmente en Manchester, donde ella estudia. La verdad es que no estoy de acuerdo.

“Consiguió coronas dentales gratis y le han ofrecido rellenos labiales, pero nunca lo ha hecho. A menos que le guste mucho algo que haya recibido, normalmente lo vende. JD Sports le manda unos 1000 dólares en zapatillas todos los meses. Ella coge un par nuevo, saca fotos y lo vende por internet por unos cien dólares. A veces le regala cosas a la persona que le hace la manicura al otro lado de la calle.

“Las redes sociales influyen en su vida. Cuando hacemos planes, tiene sentido que saque alguna foto, no siempre, pero quizás un par de veces por semana. Se levanta, se maquilla, se pone el modelo de Instagram y extensiones para ‘trabajar’. Incluso cuando sale a cenar con su novio, tiene que planear de antemano.

“No ha afectado a nuestra relación para bien o para mal, pero sí pierde la paciencia o se enfada si saco una foto y no es lo que ella esperaba. Se le pasa rápido, como ocurre entre hermanos o amigos. Probablemente me ha hecho desconfiar un poco de la confianza que tiene en sí misma, porque es hermosa, pero desde un punto de vista de la imagen de sí misma, no puede parar. Si publica una foto a las 8 de la tarde, no podemos hacer nada durante horas, porque tiene que contestar a todos los comentarios para tener un buen engagement”. — Jenny, 23 años, Brighton

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