Otra vez fue un penal. La sarcástica cotidianidad del mexicano no podía escaparse por otro lado. Dirían algunos, todos nos beneficiamos de las penas máximas, de los escondites comunes que solo quieren encontrar libertad de ser.
Todos huyen del encierro. Unos mediante túneles y otros desde desde el manchón penal. Al final, la ganadora es la mentira, o la astucia, para los que siempre ven el vaso medio lleno.
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En una semana donde la fuga de Joaquín Guzmán Loera ha sido el tema más importante de nuestra agenda, donde el ‘capo’ más importante de la droga ridiculizó al sistema burlándolo por segunda vez en menos de 15 años –y sepa si han sido más- las mentiras y las fallas alcanzan otro rubro de muchísimo menor importancia, pero de interés para la gente: el futbol.
Un penal, tenía que ser un penal. Que si era o que si no era.
Todos jugamos nuestras metas entre los barrotes de un reglamento que violentamos y que jugamos a superar fuera de las normas. En el deporte, le hacemos al vivo y ganamos por donde no debemos. Nos pelamos de la misma manera en la que nos encerraron en la tragedia aquel 29 de junio en el Castelao de Fortaleza.
Somos cínicos, por supuesto que siempre lo seremos. Somos de doble moral, muy arraigada en la que está mal que nos perjudiquen ante los ojos del mundo, pero que está bien pese a que nos tomen con las manos en la masa.
Son temas distintos englobados en un sitio común. En lo que nos atañe a nosotros, en el deporte, las reglas y la apreciación de las mismas te suelen dar, pero también te quitan. Te castigan un día, pero al otro te premian, sea justa o injustamente.
Hace un año, un ‘robo’ de Arjen Robben nos cagó la vida. La afición mexicana se sintió robada, engañada y lastimada, evidenciada ante el planeta por una treta al sueño nacional de jugar más allá de 360 minutos en una Copa del Mundo.
El #NoEraPenal fue una bronca cultural en la que nuestro eterno derrotismo se justificó y dio pie a incrementar un pobre sentimiento de conspiración por parte del mundo para que México no alcanzara sus sueños.
La vida entre ‘memes’ ayuda a sanar las heridas. Nos sirvió de psiquiatra tras el juego de Holanda y nos sirve de terapia cada vez que un penal, sea de lo que sea, se atraviesa entre nuestros días. Bien dicen que la risa y burlarse de los propios problemas, alivianan un poco los mismos.
Al final, tras el partido de México, nos quedamos esperando mucho más que memes. Escuchar una conferencia de Miguel Herrera donde aceptara, sí, que su equipo fue mejor, lo cual es cierto, pero también, donde se hablara del túnel que el árbitro le construyó al Tri para salir del pedote en el que se estaba metiendo.
Fiel a su estilo, el ‘Piojo’ se lavó un poco las manos, se subió a su moto donde nadie lo puede alcanzar, y cruzó a toda velocidad los 1.5 kilómetros que hay entre aceptar lo correcto de la trampa.