Esto no es una sección de crítica de novedades, ni siquiera vamos a hablar solo de libros que nos han gustado. Simplemente nos hemos sentado a hablar sobre los libros y cómics que algunos de la redacción hemos estado leyendo estos días y queremos compartir nuestra opinión con vosotros. Tenemos la intención de hacerlo cada mes. Algunos nos gustaron, otros no tanto.
Assassination Classroom, Yusei Matsui (Panini Manga)
La clase con los alumnos de más bajo nivel de un instituto recibe una visita del Gobierno, encomendándoles la tarea de asesinar a su nuevo profesor. El profesor en cuestión es un pulpo amarillo gigante de origen desconocido y cara de smiley, que viste una elegante toga académica y posee la habilidad de moverse a velocidad ultrarrápida. Al parecer, el profesor-pulpo fue el responsable de la destrucción parcial de la Luna, y está dispuesto a aniquilar la Tierra si ese grupo de alumnos repudiados de secundaria no logra matarlo antes de que finalice el curso escolar. Los chavales se entregan de lleno a la tarea provistos de armas especiales, inofensivas para los humanos aunque letales para el profesor. Pero cuanto más se esfuerzan en matarlo, más se dan cuenta de que es el mejor maestro que han tenido nunca, el único que parece ver el potencial de cada uno de ellos sin tratarlos como perdedores. Si hay algo que me fascina de la cultura japonesa es su capacidad de generar artificios absurdamente perversos para acabar retratando las emociones y dilemas más esenciales de la personalidad humana.
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Noa Cid
Bob y amigos #4, Roberta Vázquez (Autopublicado)
Pese a ocultarse detrás de un elenco de personajes antropomórficos, Roberta Vázquez parece navegar por el género de lo autobiográfico —quizás fruto de mis fantasías voyeristas como lector— y lo hace de forma sutil, colocando detalles o ilustrando escenas que todos podemos llegar a reconocer. Con un tono parecido al de Matt Furie o Simon Hanselmann (en fin, personajes sin trabajo que se limitan a beber, comer mierda, fumar y navegar por internet) Roberta utiliza referencias muy locales para atraparnos. Magistral me parece que cite supermercados como el Bona Compra, que sus personajes coman Cheetos Pandilla Drakis o que pasen fascinantes veladas comiendo pizza del Domino’s y viendo vídeos de Youtube. Joder, todos hemos hecho mierdas parecidas alguna vez. ¿No? ¿Estoy loco? No creo.
Son estos vínculos directos y propios de una generación perdida que no sabe hacia dónde va lo que genera toda esta empatía, la tristeza y la desgracia hacen amigos. En este sentido el parecido estético y temático con Peter Bagge es innegable y las citas a este autor en los cómics de Roberta son constantes, evidentes y reconocidas.
Pese a la genialidad de la mayoría de historietas, lo sublime se encuentra en esas tiras que se alejan completamente del humor y que flirtean sin temor con la tristeza más absoluta, siendo las historias de una sola página y pocas viñetas un buen ejemplo de ello.
Bob y amigos es un buen compendio de amargura que a veces se oculta en la distancia de la ironía y el humor negro y otras veces es tan directo que te deja completamente destrozado. Y eso, claro está, es algo absolutamente genial.
Pol Rodellar
Aquí, Richard McGuire (Salamandra)
En nuestra redacción pocas veces coincidimos en gustos. Ni en música, ni en lo que bebemos, ni en lo que comemos, ni en las maneras de zampar techo, ni en odiar más a Rajoy o a Pedro Sánchez, etc… ya sabéis, dudamos. Pero cuando había que repartir los libros de este mes, Pol Rodellar y yo levantamos la mano al mismo tiempo para pedirnos escribir sobre Aquí, de Richard McGuire. Podía ser porque es un libro con muy pocas palabras escritas -aun siendo una novela gráfica-, porque lo dibuja y guioniza un exmúsico (un miembro de Liquid Liquid) y somos algo mitómanos. O porque como los dos hemos leído en todos los lados que es la hostia, nos apetecía quedar bien con los lectores. Como que sabemos mucho de cómics y que estábamos deseando que por fin se editara aquí esta indiscutible obra maestra que en su origen, en 1989, fue un relato corto publicado en la revista RAW y que ahora se ha convertido en un volumen mucho más grande y ambicioso. Un solo punto de vista, el lector mirando al rincón de una habitación por el que pasan tres siglos de historia. Pasado, presente y futuro conviven en las páginas como si fueran una revisión de 2001 de Kubrick fundida con todos los grandes de la novela gráfica americana. Normal que hubiera tantas ganas por escribir este texto. Tantas como de volver a leer Aquí.
Fernando Bernal
Aventurarse, Toni Junyent (Autoeditado)
“Aventurarse” es un fanzine como los de antes, obra de alguien con necesidad de explicar y encontrar un interlocutor que escuche, a ser posible que te devuelva lo leído en forma de más fanzines o algo que compartir. No hay forma más pura de fanzinismo que el intercambio y la necesidad de encontrar compañeros de aventura. Conocí a buena parte de mis amigos así, saliendo del cascarón con cuatro fotocopias que me hicieron sentir parte de algo mucho más ancho y vivo que la habitación de casa de mis padres. Esos papeles mal grapados todavía me sirven para relacionarme con el mundo. Para mí no existe una forma de comunicación más hermosa.
Cuenta Toni Junyent que “Aventurarse” debió gestarse durante toda su vida como lector de fanzines, pero especialmente sugestionado por las olas de amistad recibidas de algunos de los mejores dibujantes de tebeos de los últimos años como Alexis Nolla, Conxita Herrrero, Néstor F. y Marc Torices, presentes en sus páginas acompañando los textos e incluso protagonizando alguno de ellos. “Aventurarse” consta de tres relatos independientes que se complementan entre ellos. Digo tres relatos porque incluso el texto central, su texto sobre “Anna”, la película de Alberto Grifi y Massimo Sarchielli, no es tanto una reseña de una peli como de lo que le pasa a él durante y después de verla. Sin hacer un reality show, consigue hacer un retrato tremendamente visual y emocionante de la peli hasta tal punto que creo que preferiría no verla. Digo esto después de buscar sin éxito y un poco enrabietado por ello, pero creo que difícilmente va a estar a la altura de mis expectativas después de leer lo que cuenta Toni de ella. La perla final llega con el tercer texto, sobre las ganas de explicar momentos memorables como una excursión de tres días a la montaña y, finalmente, atreverse a hacerlo. Una tontería si lo piensas, pero tampoco hay mucha cosa más importante que eso, estar predispuesto a la aventura, vivir sin tanto lío ni tanto “me gustaría hacer esto” y luego nada, atreverse. El fanzine lo podéis pillar en fatbottombooks.com.
Quique Ramos
Caterva, Juan Filloy (Siruela)
Caterva, es una novela del no muy conocido argentino Juan Filloy. Fue escrita hace casi 80 años, y sin embargo todavía tiene mucho que aportar. La historia narra las aventuras de 7 homeless que comparten la vida en la provincia de Córdoba del país sudamericano. Los protagonistas se arrojan en profundos diálogos filosóficos y políticos, muchos de los cuales resultan anacrónicos. El autor, un juez erudito a quien Cortazar consideraba su maestro, hace uso de un vocabulario tan amplio y rico del castellano como del argot local, a punto tal que leer el libro sin Google al lado es no hacerle justicia y si lo haces, probablemente no entiendas la mitad. Leer Caterva es acudir a una master class del lenguaje y la narrativa.
Tomás Di Pietro
El Playboy, Chester Brown (La Cúpula)
Reconozco que nunca me he comprado una revista porno, aunque sorprendentemente pude disfrutar de unas cuantas en mi adolescencia. Cuando eres joven, el porno te trae, además de una buena carga de confusión y de satisfacciones, unas cuantas toneladas de culpa.
De este tipo de cosas nos habla Chester Brown en su libro, los misterios de la vida, la obsesión, el coleccionismo y el hacerse mayor aunque en realidad nunca hacerse mayor del todo. El Playboy es una historia autobiográfica en la que el autor nos habla de su relación con la revista creada por Hugh Hefner, que colecciona y destruye a lo largo de los años.
No hay que perderse el apéndice de la obra, en la que Brown nos descubre muchos de los secretos que subyacen en el texto y en el que su obsesión y conocimiento de la edición norteamericana de Playboy brilla en todo su esplendor.
Juanjo Villalba
Operación Mascare, Rodolfo J.Walsh
El Nuevo Periodismo no nació en Estados Unidos ni Truman Capote fue su primer escritor ni mucho menos A sangre fría fue el primer libro del movimiento. El Nuevo Periodismo nació en un descampado argentino la madrugada del 9 de junio de 1956, ente un zanjón y un vertedero, bajo los trabucos desviados de los doce milicos que formaron el pelotón de fusilamiento más chapucero de la historia del abatimiento.
El Nuevo Periodismo nació el día en que Rodolfo Walsh escuchó una frase irresistible para cualquier escritor policiaco y para cualquier periodista descreído — y Walsh era ambos —: “hay un fusilado que vive”. Se lo dijo un amigo con el que jugaba al ajedrez en un café de La Plata, cerca de Buenos Aires, seis meses después de aquella noche, la del 9 de junio, cuando un militar paranoico, el comandante Fernández Suárez, confundió su gloria con el fusilamiento de 12 inocentes.
El día en que Walsh escucha la frase decide tirar del hilo, un hilo que empieza con José Carlos Livraga, el muerto vivo, un conductor de autobuses que terminará la noche del 9 de junio entre un zanjón y un vertedero, escuchando los pasos de un pelotón de fusilamiento junto a otros 11 desdichados. Solo que a Livraga no solo no le matarán al fusilarle — le dan en la pierna, se deja caer y se hace el muerto —, si no que tampoco lo harán al rematarle, a bocajarro. A Livraga le dejarán un agujero en la cara, un abismo pavoroso que le silueteará los ojos, los mismos cuencos vacíos, latinoamericanos, a los que Walsh se asomará seis meses después de la ejecución. Entonces ya tendrá muy claro que la vuelta atrás no existe y que el hilo del que ha tirado es un soga que también está anudada a su cuello.
Livraga es solo uno de los 12 fusilados a quienes Operación Masacre rinde homenaje. La investigación merodea el perímetro del horror y la pluma de Walsh sutura las heridas de los muertos vivos, escarba en el escroto podrido de la dictadura, y alumbra un retablo de cadáveres que andan hacia delante y de fascistas que caminan hacia atrás. Y lo hace como un poeta forense y como un fiscal apasionado, que conjuga el talento literario con la investigación periodística.
En 1956 Rodolfo Walsh enfiló solo y descalzo el rumbo del Nuevo Periodismo. Operación Mascare se completó después de un trabajo febril, suicida, en que el escritor argentino se cambió de nombre (por Francisco Freyre) y de residencia, y acudió a una amiga, la periodista Enriqueta Muñiz, para completar su investigación clandestina.
9 años más tarde, Truman Capote era ya un autor consagrado que también acudiría a una amiga, nada menos que Harper Lee, para que esta hiciera lo que Muñiz hizo con Walsh: pergeñarle las entrevistas de A sangre fría.
En 1957 Francisco Freyre afluyó de las cloacas argentinas con un escalofriante manuscrito bajo el brazo y todos los editores de su país le dieron la espalda acojonados; todos menos los hermanos Jacovella y su modesta revista Mayoría, que se la publicaron, finalmente, en 9 entregas entre mayo y junio de 1957. Capote publicaría la suya en el New Yorker, en 4, entregas, en 1965.
No existe literatura sin enemigo. El de Walsh fue el mismo terrorismo de estado que lo engulliría una noche de 1977, y fueron los cuencos vacíos de Livraga y de Latinoamérica, el hilo irresistible que le estrangularía. El enemigo de Capote fue el sueño americano, esa momia con los cuencos cubiertos por sendas monedas doradas. No existe literatura sin enemigo ni historia sin olvido, así que si el Nuevo Periodismo existió alguna vez justo es reivindicar que se lo inventó un desaparecido, un muerto sin cadáver.
Héctor Castells