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Mientras suena “Señor de las Piedras”, a lo lejos se ve un chagra. Parece que viene cabalgando desde hace varios días, quizá semanas, atravesando los páramos del sur, pero no viene arreando ganado. Este chagra, que es como le llaman a los vaqueros de los Andes ecuatorianos, trae consigo un mensaje de conciencia y unidad inspirado en la cosmología ancestral latinoamericana. Hace pocos días, el 25 de enero de 2018, el vaquero por fin llegó a su destino y nos trajo el Siku, un álbum de 11 cortes liberado por ZZK que recoge no solo varias tradiciones orales y sónicas de nuestra región, sino que descendió de los Andes y emprendió un viaje por el resto del planeta, galopando el mundo para traernos también ritmo y canto de otras latitudes.
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Casi cuatro años pasaron desde que Prender el alma vio la luz, su álbum debut, ese que definitivamente puso al jinete ecuatoriano en el rabillo del ojo de bookers, artistas y, sobre todo, allanó el camino para que miles de oyentes se convirtieran en fieles seguidores de sus resonancias espirituales y ritualisticas cargadas de identidad: hoy tiene más medio millón de entusiastas mensuales que están pendientes de su sonido en Spotify. También hubo fechas en todos los continentes por cientos de clubes; festivales como Sónar, Nuits Sonores, Mutek, Fusion, hasta apareció alguna vez en el Kantine de Berghain y sobre todo, estuvo presente en el circuito regional, construyendo escena desde su tierra.
Pero insisto: ya arribó el baquero de su largo periplo que, según él, duró dos años. En Siku, nombre que le hace homenaje a un instrumento de viento altamente simbólico que tiene origen en el altiplánico preincaico, desde el sello que dirige Grant C. Dull, explican que el álbum simboliza una representación de la dualidad, un elemento esencial de la cosmovisión indígena, asociada con la participación y la complementariedad, lejos del pensamiento binario típico de las sociedades occidentales. Y justamente, esa dualidad se refleja en este, su segundo LP, en la unión de instrumentos del ayer con máquinas del futuro; estudios de samba, cumbia, ritmos de origen africano, andino y hasta hindú, se acompasan con el místico e impredecible sonido del máximo chagra: Nicola Cruz.
Antes de hablar sobre Siku quiero que toquemos tierra. Hoy, acabando de terminar apenas tu segundo álbum, eres una de las primeras opciones de los festivales más celebrados del mundo, tus oyentes también se esparcen masivamente en todo el globo y hasta el New York Times habla de ti . ¿Cómo asimilas todo esto que te está pasando?
Con naturaleza, con interés y curiosidad. Mi enfoque siempre ha sido la música y eso es plenamente a lo que me dedico, ¿sabes? A lo que le pongo siempre el 100% de mi tiempo. Eso no ha cambiado ni desde que tenía 12 años, cuando empecé con la música, hasta este momento.
Algo que me llamó la atención sobre el álbum es que sónicamente, si bien sigues abordando sonoridades sudacas, también exploras otras corrientes, otras culturas del mundo. ¿Qué motivó esa nueva búsqueda? ¿Quizá una intención de ser más global?
No creo que una intención de ser más global exactamente. Como tú mencionas, desde Prender el alma han sucedido varios viajes externos e internos. Esa curiosidad de ampliar la visión o dejarme nutrir por otras culturas o lugares viene justamente de ver y respirar otros espacios. Me gusta por supuesto el universo, la cosmología andina o sudamericana, pero también disfruto un montón explorar diferentes corrientes, no me caso con nada.
Dentro de las tradiciones rítmicas u orales que recoges en el álbum hay alguna de la que quieras hacer una mención especial, ¿quizá alguna que te haya afectado altamente en algún aspecto?
Creo que todas me afectaron altamente y por eso resultaron en una canción, pero tal vez el tema de “Arka” que lo hago con Esteban Valdivia, que es vecino mío.
Es decir, él también está internado en las montañas a las afueras de Quito…
Sí, exacto. Él hace bastante reconstrucción de instrumentos precolombinos. Alguna vez asistí a una presentación de él, que es argentino, con otro maestro del Perú y de México. Me llamó mucho la atención su prolijidad y su conocimiento al respecto de un montón de instrumentos ancestrales y, sobre todo, su manera de tocarlos. Ahí conectamos, empezó una relación bonita y terminamos grabando el tema de “Arka” cerca de mi casa en unas cuevas aprovechando el espacio acústico.
Quiero saber más de tus procesos de investigación y lecturas. Lo menciono porque el álbum, desde el nombre, tiene una narrativa, cuenta una historia especial y no cualquiera llega a rescatar un instrumento con alto simbolismo, pero olvidado o desconocido para muchos.
Es muy simbólico. Cuando uno empieza el proceso de construir un nuevo álbum, no muchas veces se tiene el título ahí tan presente. Llegó en una ceremonia y era justo lo que estaba leyendo al respecto en aquel momento, habla de este sentimiento: ‘siku’ significa el sentimiento de tocar en par, más allá de tocar el sikuri, el instrumento de viento, es una tradición andina de estar performando en par pero no sólo a nivel forma sino conexión. De ahí se despliega bastante tener y mantener la tradición sudamericana inclusiva de que no tienes que ser ningún maestro para tocar un instrumento, para poder ser parte del círculo que toca instrumentos, que es algo muy andino, mientras que en el lado occidental es algo de la élite, de quien tiene educación.
Si bien hoy puede ser más accesible globalmente, quería rescatar la sensación de que la música es para todos, que es una construcción conjunta. Por ello hay colaboradores con los que trabajé en este álbum.
Es súper vasta esa lista…
Es vasta, sí. Mi nombre está ahí a la cabeza del disco pero yo sí siento que es como un Nicola Cruz & Band digamos (Risas). Yo no los represento a todos ellos, pero de igual manera están ahí presentes.
Creo que el lugar común favorito de los periodistas para describir tu sonido es ‘orgánico’ y siento que desestiman tu diseño sonoro. De mi cabeza no salen esas Insta Stories en donde, con tu sistema modular, haces sonar una secuencia del René de Make Noise como si emanara de las profundidades del amazonas, pero está saliendo de una máquina hecha en Carolina del Norte. Es como toda una colisión de hemisferios en tu output sonoro…
Pienso igual que tú. Lo califican mucho como orgánico y si tendrá dicha cualidad, pero también está todo el lado del diseño sonoro y del trabajo que se hace más a nivel sintético. A veces cuando leo cosas como “es muy orgánico” o dicen “cumbia digital”… no tiene absolutamente nada que ver con lo que hago porque igual el 100% de mi trabajo es análogo, nada es hecho in the box, en la computadora. Es un buen momento para aclararlo en esta entrevista.
También hay un aspecto bastante análogo y potente de síntesis detrás de este trabajo, y más allá de ello, creo que depende mucho a lo que te refieres con sacarle algún sonido como más natural al sintetizador. Creo que depende mucho de la pieza, porque por ejemplo, a veces estoy haciendo una pieza más de techno, tecDJ nológica, y lo que quiero es que suene más sintético todavía, más industrial, por así decirlo, entonces el acercamiento será diferente al que si estoy trabajando tal vez, en una pieza que involucre más naturaleza. Entonces ahí sí intento buscar una cadencia con el sintetizador.
Quiero que hagamos un alto en tu faceta como DJ. Más allá de lo obvio, ¿qué estás trayendo a la mesa en tus DJs sets en cuanto tensiones o narrativa en general comparado con tu live?
Sí es bastante diferente. Para empezar el live es mi música, las producciones nuevas que estoy haciendo, cosas que quiero probar, cosas que han salido y cosas que nunca van a salir. Cuando hago una selección musical para un DJ set, básicamente ahí lo que hago es tocar las influencias de lo que estoy escuchando en el momento y la narrativa es ver cómo tejerlas juntas en diferentes velocidades. Estoy recogiendo música de varios rincones del planeta últimamente, bastante afro también, o rescato algunas piezas de los noventa u ochenta que me gustan bastante, con ciertos sellos que sacan ese tipo de música.
¿Cómo estás haciendo diggin’ hoy, en el 2019? Lo digo porque me causó curiosidad verte poner temas de gente tipo Wata Igarashi , que hace el techno más aséptico, pero que a pesar de esos tags , es como que todo lo amparás bajo una misma estética súper vudú, super mental o ritualista… ¿estás en esa búsqueda más allá de una limitante como lo son los géneros?
Siempre estoy en esa búsqueda. Aprovecho para coleccionar en los países en donde me encuentre. Aquella vez estaba en Japón, justamente, y escuché un disco de Wata en The Bunker NY y me pareció increíble, me encanta lo que hace él. No tengo barreras cuando se trata de géneros. Obviamente intento buscar una manera de darle narrativa al asunto porque ahí está un poco la genialidad de hacer un buen DJ set que, ojo, no siempre se dá. Habrá veces que se logra, otras que no y es normal, pero no le tengo miedo a tocar con diferentes enfoques.
Por ahí no muchos entienden la diferencia entre DJ set y Live y todo bien, no tienen porqué saberlo, entonces asisten tal vez a un show pensando que voy a tocar “La cumbia del olvido” y lo último que hago en los DJ sets es tocar mi música necesariamente porque para mí es un descanso, allí busco más eclectisismo. Alguna gente tiene problemas con eso otra gente no.
Pero te importa que tengan problemas con eso o te vale verga como decimos…
No me importa la verdad porque tampoco puedes vivir en función de la audiencia, entonces intento que sea un buen rato para todos, primero yo por supuesto, y si yo estoy contento entonces lo puedo transmitir hacia afuera.
Devolviéndonos a la región, qué diagnóstico haces hoy, a principios de 2019, sobre la escena latinoamericana en cuanto gestaciones de nuevos sellos o colectivos, de ese tejido entre países, de esa red colectiva que empezó a aflorar un poco más en los últimos años.
Pienso que hace un par de años empezaba a despertar la cosa y había bastante frescura y bastantes propuestas de un montón de diferentes lados. Ahora pienso que se han quedado un poco conformes, se han generado propuestas más genéricas, es medio raro. Yo asumiría que si las cosas hubieran seguido como venían antes, a este punto tendríamos un poco más de proyectos más sólidos o iniciativas que evolucionaron a algo más grande, pero me da pena a ratos ver que no necesariamente sucede. Tal vez México ha agarrado un poco la punta con ciertos proyectos.
¿Te gustaría mencionar alguno de esos proyectos?
Me parece que los NAAFI le siguen dando con bastante fuerza, los Dengue también pero como están basados ahora en Berlín siento que la fuerza que tiene es desde allá y no desde acá. Brasil ha tenido bastantes propuestas y creo que ahorita lo mejor de allá de la parte electrónica es Teto Preto, ¿no sé si has escuchado? Porque igual los chicos de Voodoohop ahora residen en Alemania y ellos llevaban la posta, ahora también su energía está desde allá. En Colombia no sé, pues Ela Minus vive en Nueva York entonces no sé. ¿Quién está hoy en Colombia? Me gustaría saber qué hay ahora.
Hay house brotando desde Bogotá con Danza Negra, en Medellín con Discos Nutabe. Viene una camada de productores techneros y electrosos de Antioquia. El Leopardo de Dani Boom, todo el frente que supongo conoces liderado por Mario Galeano, Eblis Álvarez y Pedro Ojeda en sus diferentes akas, Mitú… en general vienen saliendo chicos nuevos, también hemos tenido algo de “validación” con la prensa extranjera, sin decir que esto es lo que vale, pero sí hay algo más de exposición hacia afuera. Ah y también nuevos colectivos feministas y queer, vitales.
En Colombia recuerdo a Gladkazuka también. Pero volviendo a tu pregunta, quizá lo que también falta es forjar álbumes y toda la conceptualización e investigación y viaje qué existe detrás. No conformarnos con tirar dos temas y 20 remixes de los mismos tracks, sino una solidez de álbum que retrate un concepto. Eso hace un statement bastante fuerte a mi forma de ver.
¿Cómo sientes en este momento esa relación entre Latinoamérica con las plataformas extranjeras (prensa, festivales, etc) que manejan los hilos del circuito internacional? ¿Nos están exotisando, o nos siguen ignorando criminalmente?
En ciertos lugares pienso que sí ha adquirido bastante nombre o importancia el latinoamericano en el lineup porque realmente aporta algo distinto cuando no intenta ser anglosajón o europeo, porque también muchas veces hay cosas que se dan en el continente, pero son de repente mucho como imitaciones o muy influenciados por el occidente, que no está mal. La verdad lo que viene de Europa tanto a ti como a mí nos encanta, más aún lo que sale de Inglaterra que tiene un sonidazo.
Sin embargo también hay que entender que somos de acá y hay que saber hacer algo con eso. Esto no significa hacer un folclor electrónico, pero tal vez los chilenos son un buen ejemplo de lo que trato de apuntar con todo ese movimiento electro house que se ha desarrollado bastante bien, se siente como un sonido chileno, pero tiene bastante de occidente también.
Lo que decías que grandes medios nos han ignorado siempre, es verdad. Yo por eso no intento ni siquiera participar ahí porque ya le perdí toda la fe a los medios. Es como que no me interesa en lo absoluto, si en algún momento deciden hacer algo, pues bien, pero no estamos mandando nunca material para allá porque me parece un poco desastroso.
La última pregunta es sobre nuestra actualidad política y social en la región, y lo que ello confiere en temas coerción a la libertad y hasta a la vulneración de derechos fundamentales. ¿Cómo crees que desde nuestro movimiento o dentro de las expresiones individuales que tiene cada artista se le puede hacer frente a estas tendencias casi de fascismo? ¿O crees que desde las artes y la música no necesariamente se debe tomar una postura política?
Quieras o no tomas una postura política. La música de alguna manera ya tiene una forma de pararse ante la vida cotidiana. En el caso quizá de lo que yo hago creo que también juega un papel de unificación, de querer unificar una misma ideología. Puede sonar un poco más hippie, pero también ponemos sobre la mesa algo de bienestar y de conciencia, a eso es a lo que yo le apuntó. No tanto al juego político, quizá anarquista, sino un poco más de conciencia sobre todo porque mi música no tiene mucha lírica, no puede ser muy explícita y directa con un mensaje social. Entonces yo más bien aludo al sonido y a la composición en general de ciertos paisajes para intentar traer conciencia de preservar e identificarnos a nosotros mismos, al espacio que tenemos, a las tradiciones. Ese es el punto fuerte de inspirarse por el folclor y transmitirlo, esa es mi política.
Escucha Siku aquí abajo
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