Era todo oscuridad. Unos tenues y melancólicos pads secuestraron el recinto más grande de Corferias dispuesto para la segunda edición del Sónar Bogotá. De repente, Gernot Bronsert y Sebastian Szary y Sascha Ring, o simplemente Modeselektor + Apparat = Moderat, caminaron mansos hacia sus racks donde toda su maquinaria estaba dispuesta para revolver los cuerpos de miles de colombianos que, por primera vez, tenían la oportunidad de vivir al súper grupo berlinés de IDM, techno, dubstep y electro, o si prefieren, la banda de música electrónica emocional más grande de los últimos 15 años.
Una ópera de puro apocalípsis contemporáneo.
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Reverberaciones y delays profundos mojaron el intro que instaló un clima de tensión absoluta, casi de agobio. Tres minutos y el suavecito ‘Ghostmother’ del último álbum, III, liberó el nerviosismo acompañado de la sensual e íntima voz de Ring, una que en relación con los anteriores trabajos del grupo fue más protagonista. De vuelta al pasado: ‘A New Error’ en tu cara, uno de los pocos temas 4/4 de la banda y que por un amplio margen es el track más escuchado de Moderat en plataformas como Spotify. A la tercera canción ya la pista estaba desbordada, las cuerdas de ‘Running’ le inyectaron más movimiento a todo el pabellón junto con el remix del trío a Jon Hopkins.
“Why must I hide, in the forest of my mind?”, cantaba el Sascha. “I want to come out of the woods… Meditation, medication… I’m eating the hooks that tear me”, confesaba, volviendo a bajar las revoluciones, pero sublevando los pensamientos de las almas solitarias y retraídas que allí vagaban y que quizá se animaron a salir del bosque con el remix de Siriousmo a ‘Eating Hooks’ que llegó justo después de la versión original.
De nuevo regresaron a la nostalgia con ‘Rusty Nails’, uno de los tracks que mejor sintetiza el sonido Moderat: beats afilados, líricas introspectivas y melodías melancólicas acompañadas de altas resonancias. Le seguirían ‘The Fool’ y el hitazo del último álbum, ‘Reminder’. Dichosos los que fueron testigos de escuchar a Apparat susurrando “Burning bridges light my way”, mientras que las visuales y luces del azaroso colectivo Pfadfinderei, quienes se han encargado de darle la identidad gráfica a la banda e incluso viajan con ellos por el mundo, colmaban hasta el último rincón del pabellón, no solo con fulminantes destellos, sino también con una oportuna oscuridad. No se disparaba una luz ni una visual que no estuviera en sincronía con la magia sonora de los músicos. Ingeniería alemana, como siempre, en su punto.
Por un momento los sentidos colapsaron por culpa de los bajos en reversa que tiene antes de estallar el ‘Animal Trails’. Dios mío. Se sintió como si el cuerpo -mientras se corría en emociones- se fuera a desgarrar. Vendrían dos bombas, otra vez del primer álbum: ‘Les Grandes Marches’ y una versión trancera de ‘No. 22’ fueron los dos temas que invocaron el rave tradicional e hicieron que la gente emplazara el puño bien arriba. Culminó el tema y Gernot, Sebastian y Sascha desaparecieron del escenario. Aquí ocurrió un encore planificado, que es cuando de manera usualmente espontanea, el público comienza a aplaudir y pedir unos temitas adicionales del artista o grupo en cuestión.
30 segundos y nada.
Un minuto e inesperadamente:
El grito de júbilo al unísono se escuchó más fuerte que nunca en la capital. Los bajos gordos de la melodía de ‘Bad Kingdom’, en conjunción con la desbordante resonancia del sinte con el que hicieron esa melodía, impusieron el movimiento circular y descaderaron a más de un raver que ya no daba más. Fue el éxtasis, el orgasmo, el clímax, o como sea que llamen a un momento en donde todo se va a la mierda, donde la identidad se desdobla. Redoblantes acelerados, bombo, redoblantes incesantes, bombo, la voz de Ring en diferentes tonos y una melodía hermosa: llegó el final con, ‘Intruder’, délicatesse percutiva al mejor estilo Modeselektor con algo de Aphex Twin en combinación con una letra que le canta al intruso que se acuesta con nosotros, que no dice nada, que solo nos agarra la mano en la noche y que, al igual que el 7 de diciembre de 2016, se instala en nuestras almas y corazones.
Pero no todo fue idilio. Faltaron temas importantísimos del segundo álbum como ‘This Time’, ‘Ilona’, ‘Versions’ y ‘Damage Done’ -puta ¡’Damage Done’!-. Sin embargo, criticar un setlist es como criticar el menú de un buen chef. Cada canción es un ingrediente esencial del plato que el virtuoso, ya sea el chef o en este caso Moderat, decide entregarle con toda la convicción del mundo a sus comensales.
Hace dos meses y dos días, en una entrevista con THUMP Colombia, Gernot dijo que Moderat quizá no era una banda para cerrar festivales. Gernot se equivoca. Con la emotividad como su principal alcaloide, el trío es capaz de capturar a teatros enteros, eventos masivos y cualquier plaza que se les ponga en frente. El balance entre visuales, romance, luces, más romance, lírica sensible, bajos gordos, melodías de aflicción y percusiones hostiles es insuperable. Moderat demostró que no es solo con techno aletoso como se puede cerrar un festival masivo de música electrónica en nuestro país. Una hora y cuarenta y cinco minutos le bastó a la banda alemana para quedar indeleble en la mente, corazón y alma de miles de colombianos.
Por eso se vale. Se vale no superar cuando ves a todos tus amigos ensimismados en baile, gritando letras de canciones de electrónica, algunos cerrando sus ojos por minutos, otros derramando lágrimas. Se vale no superar cuando así sea por momentos, el amor, estalle y euforia colectiva priman sobre el problema.
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Los dejamos con una galería fotográfica que obturó Julián Gallo a Gernot Bronsert, Sebastian Szary, Sascha Ring y otros momentos del performance de la banda radicada en Berlín.